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Vista general de la fachada de Sant Sepulcre de Palera

Identificador
17021_03_001
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
42.220000, 2.700000
Idioma
Autor
Carles Sánchez Márquez
Colaboradores
Sin información
Edificio (Relación)

Sant Sepulcre de Palera

Localidad
Palera
Municipio
Beuda
Provincia
Girona
Comunidad
Cataluña
País
España
Ubicación

Sant Sepulcre de Palera

Descripción

Sant Sepulcre de Palera

 

El conjunto monástico del Sant Sepulcre está situado en el antiguo vecindario de Palera, a 265 m de altitud, al Sur del término municipal de Beuda. El acceso se realiza a través de una pista que se toma a la altura del km 3 de la carretera que va de Besalú a Beuda, tras dejar atrás la iglesia de Sant Pere de Lligordà.

 

El lugar (Palera) es por primera vez citado en el testamento del Miró Bonfill del año 979, según el cual el conde-obispo de Besalú entregó las ecclesias qui sunt infra fines palera al cenobio de Sant Pere de Besalú. Posteriormente, el topónimo aparece en la bula concedida por el papa Benedicto VIII a la canónica de Sant Salvador, Sant Genís y Sant Miquel de Besalú, del año 1017. Cabe pensar que en origen se trataba de un pequeño término formado por un grupo de casas dispersas alrededor de la antigua parroquial de Santa Maria de Palera, documentada a partir del 1086.

 

A pesar de estas prematuras referencias al lugar, debemos esperar hasta el año 1075 para hallar la primera mención documental a la iglesia del Santo Sepulcro. Esta aparece en una donación del conde Bernat II de Besalú a favor de la canónica de Santa Maria de Besalú, en la que consta como límite de un alodio cedido a este cenobio: usque in Fenano in alodio Sancti Sepulcri. Algunos autores se hacen eco de otra noticia histórica del mismo año (1075), según la cual Arnau Gaufred y su mujer Bruniquilda, señores de la Masó de Palera (casa fuerte unida a la parroquia de Santa Maria), ordenaron construir la iglesia actual. La historiografía es unánime en atribuir a ambos personajes –que mantenían excelentes relaciones con el conde Bernat II, firme defensor de la Santa Sede, la fundación del Santo Sepulcro de Palera. El patronazgo de este linaje es refrendado por diversas noticias de carácter documental. En la primera de ellas (el acta de consagración de la iglesia del Santo Sepulcro de Palera del 3 de septiembre del 1086) las firmas de Arnau Gaufred y Bruniquilda aparecen junto a las de los prelados que asistieron a la ceremonia (los obispos de Girona, Carcassone, Magalone, Barcelona, Elna y Albi, el arzobispo de Narbona y el abad de Santa Maria de Lagrasse) de modo que debemos relacionarlos indiscutiblemente con la promoción directa de la obra: † Sig†num Brunichildis que vocant Maria. Sig†num Arnaldus Gaufredi.  En este sentido, debemos pensar que en el momento de su consagración la iglesia ya estaba completamente terminada, pues tanto su estructura como la tecnología de su construcción se integran bien en los modos de la arquitectura del último cuarto del siglo xi.

 

Tan solo tres días después de la consagración del templo, Arnau Gaufred de Palera comparece como signatario en el acta de consagración de Sant Esteve de Banyoles (6 de septiembre del 1086), y algunos años más tarde, en el 1095, consta, junto con el abad de Vilabertran, como albacea del testamento de Bernat Joan, señor d’Ogassa y de la Clusa. Posteriormente aparece en un documento de donación del conde Bernat II de Besalú al monasterio de Santa Maria de Ripoll, del mismo año, en el cual firma un Arnallum Gaucefredi, que debemos identificar con el mismo personaje. En una permuta a favor del monasterio de Sant Joan de les Abadesses, del 1115, se documenta por última vez a Arnallus Gaufredi de Palera.

 

La presencia de sus rúbricas junto a la de las personalidades eclesiásticas que presidieron la consagración de Palera, nos permite conjeturar que Arnau Gaufred y Bruniquilda no fueron únicamente dos favorecedores de la iglesia, sino dos comitentes que gozaron de un status privilegiado y participaron de forma directa en su fundación. A juzgar por su protagonismo en los acontecimientos históricos anteriormente mencionados (especialmente la fundación de Banyoles), cabe pensar que Arnau Gaufred fue miembro de un linaje distinguido del antiguo condado de Besalú que gozó del favor de la familia condal. Prueba de ello es un documento del año 1107, en el que aparece como signatario de la donación de todas sus posesiones efectuada por el conde Bernat III a Ramon Berenguer III (preludio de la importante anexión al condado de Barcelona acaecida el 1111).

 

En cualquier caso, la promoción continuada de este personaje al Sant Sepulcre de Palera es ratificada en la centuria siguiente. El 4 de marzo del 1108 el propio Gaufred, como señor de la iglesia del Sant Sepulcre, cedió la administración del templo al monasterio benedictino de Santa Maria de Lagrasse (Ego Arnallus Gauzfredi mitto ipsum locum Sancti Sepulcri, quod dedi Sancto Sepulcro Iherosolimitano, in ordinatione abbatis Rodberti et prioris Sancte Marie Crasse) para que instaurase allí una pequeña comunidad de monjes (ut possint state XII monachi, eligant ibi abbatem supradicti monachi Sancte Marie Crasse secundum Deum et regulam sancti Benedicti). En consecuencia, a partir de esta fecha el Sant Sepulcre se convirtió en un priorato benedictino y acogió una comunidad de doce monjes procedentes del monasterio languedociano. La sujeción al cenobio occitano fue confirmada por el papa Gelasio II en una bula del año 1119.

 

Llegados a este punto, es importante recordar que la sujeción a la Lagrasse debe contextualizarse en el marco de anexiones de monasterios y abadías catalanas a grandes establecimientos benedictinos languedocianos y provenzales que tuvo lugar en los últimos decenios del siglo xii y los primeros años de la centuria siguiente. En el 1077 el conde Bernat II de Besalú –gran defensor de la reforma gregoriana y feudatario de la Santa Sede–, acogió la celebración de un concilio de obispos en Besalú que supuso la introducción de la reforma y la reorganización de los monasterios de su demarcación. Como consecuencia, y por deseo del papa Gregorio VII  y de su legado Hugo Cándido, se inició la política (no siempre afortunada) de adhesión de diversos monasterios de sus condados a grandes abadías ultrapirenaicas: a Moissac se anexionaron en 1078 Sant Pere de Camprodon, Santa Maria de Arlés y Sant Pau de Fenollet; Sant Esteve de Banyoles, Sant Joan de les Abadesses, Santa Maria de Ripoll y Sant Pere de Besalú quedaron subordinadas a San Víctor de Marsella; y a Lagrasse el Santo Sepulcro de Palera, Sant Andreu de Sureda, Sant Martí del Canigó, Sant Feliu de Guixols y Sant Pere de Galligants. Mediante la anexión de las abadías y canónicas catalanas a grandes establecimientos ultrapirenaicos se pretendía poner fin al tradicional aislamiento de las abadías e instaurar las medidas reformistas oficializadas por Cluny y el papado, que buscaban combatir operaciones fraudulentas como la simonía, la intromisión laica y la relajación de la vida común. De este modo, grandes centros eclesiásticos que habían sufrido los efectos de la reforma gregoriana como Moissac, Saint-Pons-de-Thomières, Lagrasse o Sant Víctor de Marsella velarían por el cumplimiento de la regla y los preceptos de la reforma en las filiales catalanas.

 

En este contexto, cabe pensar que la fundación del Santo Sepulcro de Palera por parte de Arnau Gaufred muy probablemente contó el apoyo de la propia familia condal de Besalú –con la cual mantenía excelentes relaciones– y de la Santa Sede, en el marco de instauración de la reforma gregoriana en el antiguo condado de Besalú. No podemos olvidar que según el acta de consagración (conocida a través de un traslado notarial del año 1450) el templo fue dotado con los mismos privilegios de indulgencia que la misma basílica del Santo Sepulcro de Jerusalén, y pronto se convirtió en un importante centro de culto y devoción: quicumque illic causa orationis venerit et de sua propietate vel substantia predicte Ecclesie dedorit acepta peccatorum confessione ac penitentia ex malis retro ante comisis talis ei merces a Domino recompensetur sicut in sepulcro Domini nostre Jesuchristi Jherosolimitani. De este modo, el acta de consagración establece el privilegio de la concesión de indulgencias para todas aquellas personas que hiciesen donaciones o bien visitaran el lugar para la oración. Concede a la basílica, además, el privilegio de inmunidad dentro del espacio comprendido a su alrededor. No cabe duda de que durante los siglos xi y xii Palera se convirtió en una importante destinación sacra para todos aquellos pelegrinos que no podían viajar a Tierra Santa. Un centro de primer orden en la vía de peregrinación que transitaba por el Noreste catalán, y que conectaba el monasterio de Sant Pere de Rodes con el cenobio de Santa Maria de Ripoll.  

 

La prosperidad de Sant Sepulcre es incontestable hasta finales de siglo xiii. Prueba de la proliferación de su culto y devoción es la construcción de la galilea delante del portal mayor de la iglesia, destinada a la acogida de los pelegrinos que visitaban el lugar. Desgraciadamente, este cuerpo occidental fue destruido en el marco de una desafortunada intervención llevada a cabo en el año 1962. Sin embargo, su aspecto es conocido gracias a una imagen tomada dos años antes de su demolición y actualmente conservada en el fondo Fort de Ribot del COAC de Girona. A ello hay que añadir la planta del templo publicada por J. Domènech i Massana el 1913, que constituye un testimonio precioso y revelador para la reconstrucción de su morfología original. Ambas evidencias permiten reconstruir el perímetro y la estructura de la galilea, formada por un cuerpo de planta rectangular con tres puertas, una en cada muro: dos de ellas comunicaban directamente con el exterior, mientras que la tercera lo hacía con la galería norte del claustro. En este sentido, la lectura de los paramentos del interior de la iglesia y del nivel inferior del cuerpo occidental –según la imagen del fondo Fort de Ribot– revela la existencia de un aparejo bastante homogéneo, por lo que no podemos descartar que la construcción de la galilea y la fábrica de la iglesia respondan a un mismo empeño constructivo. Contrariamente, algunos autores sitúan la edificación del cuerpo occidental en los primeros años de la centuria siguiente, coincidiendo con la importante intervención que supuso la configuración del claustro y las dependencias monásticas.

 

La fundación de Palera y su conversión en un centro de peregrinaje de notable relevancia en el condado de Besalú pudo estar vinculada con la llegada de reliquias procedentes de Tierra Santa. Resulta una hipótesis atractiva, sobre todo si tenemos en cuenta que el Museu d’Art de Girona custodia cinco lipsanotecas procedentes de la iglesia, datadas en el último cuarto del siglo xi. Teniendo en cuenta la advocación del templo es probable que en él se custodiase una reliquia de la Vera Cruz. Así lo sugiere L. Bartolomé, que recuerda la tradicional veneración de la reliquia del lignum crucis en el antiguo condado de Besalú. De hecho, la presencia de esta reliquia en la villa de Besalú es corroborada por una donación del conde Guillem I y su esposa Adela a la canónica de Sant Genís y Sant Miquel de Besalú, del 22 de abril del 1026: et ad preciosum lignum domini nostri Ihesuchristi cuius ecclesia fundata est infra castro Bisulduno. También fue venerada en el monasterio benedictino de Sant Pere de Rodes, que a partir del 1090 dispuso de la concesión de indulgencias plenarias para todos los pelegrinos que se desplazaran al lugar para la oración en los años en que la fecha de celebración de la Invención de la Santa Cruz (3 de mayo) coincidiera en viernes. La veneración de la Vera Cruz también se documenta en el monasterio de Sant Esteve de Banyoles, que como hemos visto estuvo relacionado con la figura de Arnau Gaufred de Palera, cuya firma aparece en el acta de consagración. En una noticia publicada por Jaime Villanueva se hace constar que en el momento de la consagración de la iglesia (el 6 de septiembre del 1086)  posaren en la ara del dit altar en 1.ª capsa de cristall del fust de la vera creux, e de la maniadora en que Jhesu Xpst. fo posat, e de sepulcra de Jhesu Xpst. Es decir, que además del lignum crucis, el monasterio de Banyoles contaba con una piedra del sepulcro de Cristo entre sus reliquias. La evidencia de las cuatro lipsanotecas del Museu d’Art de Girona, unido a las noticias documentales que corroboran la existencia de reliquias de la Vera Cruz y el sepulcro de Cristo en el cercano monasterio de Banyoles, nos hace pensar que probablemente la iglesia del Sant Sepulcre contó desde sus orígenes con reliquias –como el propio lignum crucis llegadas de Tierra Santa.

 

Durante el siglo xiii la iglesia aparece con cierta frecuencia en la documentación. Según una bula del papa Gregorio IX del 1234, la Santa Sede designó a los priores del Santo Sepulcro y Santa Maria de Besalú y al abad de Sant Pere como intermediarios en el conflicto entre la comunidad de Sant Pere de Camprodon y el monasterio de Moissac. Posteriormente (1280), la iglesia figura entre las iglesias que contribuían con el diezmo al mantenimiento de las cruzadas. Entre las noticias de la centuria siguiente destaca la visita pastoral efectuada por el obispo Andreu Bertran (1420), en la que habla del altar mayor quod sub vocabulo Sancti Sepulcri

 

Todo parece indicar que fue a mediados del siglo xvi cuando la comunidad de Palera rompió los lazos con el monasterio de Santa Maria de Lagrasse, poniendo fin de este modo a una subordinación que perduró más de cuatrocientos años. A partir de entonces, la comunidad quedó reducida a tres monjes y los priores electos procedían de los grandes cenobios del país. Eclesiásticos de Besalú, Ripoll o Banyoles, entre otros centros monásticos, se suceden en el gobierno del priorato a partir del siglo xvi: en el 1558 era prior de Palera un monje de Sant Esteve de Banyoles: Miquel Ballaró (1549-1578); Pere Fàbregues, monje de Santa Maria d’Arles, entre 1670-1676; Vicenç Cases, monje operario de Sant Pere de Besalú, entre 1681-1698; Francesc Aguirre, monje de Ripoll, entre 1733-1739; Antoni Despujol, monje de Sant Cugat del Vallès, entre 1741-1748; Domènec Sabater, monje de Ripoll, entre 1749-1772. Bajo el mandato de este último se llevaron a cabo importantes reformas en el conjunto, que debió verse sometido a un progresivo abandono tras el fin de la subordinación al monasterio de Lagrasse.

 

A partir del 1816 el cenobio quedó subordinado al monasterio de Sant Pere de Besalú, cuyos monjes ocuparon el cargo de priores del Santo Sepulcro. Poco después, las leyes de exclaustración y la desamortización de Mendizábal pusieron fin a la vida comunitaria del priorato.

 

 

La iglesia y las dependencias monásticas

 

En la actualidad, la iglesia es el único elemento que se ha conservado íntegramente del conjunto monástico del Sant Sepulcre de Palera. A ello cabe añadir algunas dependencias monacales que se articulaban alrededor del claustro, notablemente transformadas por las alteraciones de época moderna. Recientemente, las dependencias del antiguo priorato han sido objeto de diversas intervenciones en el marco del Programa “Romànic Obert” de la Fundación la Caixa, que han contribuido a la consolidación y embellecimiento del conjunto.

 

La iglesia de Sant Sepulcre es un edificio de grandes dimensiones, con más de 28 m de largo en el eje principal por 14 de ancho. Aunque el edificio ha sufrido diversos cambios y adaptaciones, conservamos importantes elementos para trazar su fisonomía original. Se trata de una iglesia de planta basilical y tres naves rematadas a levante por sendos ábsides semicirculares, sin transepto u otros elementos que rompan la simplicidad de su concepción. Su planta y alzado probablemente sirvió de modelo para las parroquias cercanas de Sant Pere de Montagut, Sant Vicenç de Besalú y Sant Feliu de Beuda, cuya construcción debe situarse entre finales del siglo xi y la primera mitad del xii.

 

Así, tal y como sucede en Beuda, la cubierta de la nave central se resuelve mediante bóveda de cañón sin arcos fajones, mientras que las laterales se cubren con sendas bóvedas de cuarto de esfera. Todas ellas descansan sobre pilares macizos de planta rectangular que dan pie a los dos arcos formeros que separan las naves. Según J. J. Buixeda antes del 1936 cada uno de los ábsides de la basílica estaba ocupado por un retablo. Así, la capilla principal ostentaba una pintura representando la Transfiguración del Señor. En la derecha había un retablo de santo Domingo de Guzmán y a la izquierda se veneraba el Cuerpo Santo (Cristo yacente, de mármol) rodeado de seis figuras de madera policromada representando la Virgen, la tres Marías, san Juan y Nicodemo, posiblemente del siglo xiv. En cuanto al grupo escultórico citado por Buixeda (desaparecido durante la Guerra Civil), como ha indicado E. Carrero, durante el final de la Edad Media proliferaron los grupos escultóricos representando las escenas del Llanto sobre Cristo muerto, su variante de la Piedad y, sobre todo, el Santo Entierro, que ubicados en una capilla del espacio eclesial a imitación del lugar del Sepulcro, concentraban a su alrededor actos religiosos los días de Viernes Santo y Domingo de Resurrección. En este sentido, la evidencia “documental” de este grupo escultórico nos lleva pensar que en Palera probablemente existió una liturgia compleja vinculada a la Pasión.

 

El interior de la iglesia es de gran sobriedad, resaltada por el actual aspecto desnudo de los muros. El paramento es homogéneo y regular, muy uniforme. La austeridad decorativa del interior tan solo se ve interrumpida por una moldura que indica el arranque de la bóveda de cañón de la nave central, los arcos presbiterales y la bóveda del ábside central. El edificio se ilumina mediante tres sencillas ventanas de doble derrame punto abiertas en la cabecera, otra ventana hoy cegada abierta en el muro sur y las cuatro situadas en el paramento de la fachada occidental. Estas, también de doble derrame, acompañan al ojo de buey situado en el hastial occidental. El resto de la volumetría externa se completa con la presencia de una espadaña conformada por dos arcos de medio punto.

 

La puerta, sencilla, se dispone a partir de un arco de medio punto adovelado, una solución semejante a la empleada en otras iglesias coetáneas de la zona y que también encontramos en Santa Maria de Palera. Al acceso principal cabe añadir la existencia de una segunda puerta abierta en el muro sur, que comunicaba el interior del templo con la galería oriental del claustro.

 

En cuanto a la articulación de los muros, el aparejo es también característico de la época, a base de sillares de factura sólida, desbastados con esmero y articulado en hiladas bastante regulares. Los muros laterales no disponen de ornamentación alguna.  

 

La iglesia del Sant Sepulcre de Palera, erigida durante el último cuarto del siglo xi (1175-1186), puede relacionarse con otros edificios catalanes contemporáneos que presumen de soluciones similares, que buscan el equilibrio entre las partes y prescinden de elementos paramentales (arquillos ciegos, lesenas, nichos) característicos de la época. Así, Palera se aleja indudablemente de los denominados “modelos lombardos” del siglo xi, y debe considerarse como el inicio de un “prototipo arquitectónico” que gozó de un notable éxito en la arquitectura del siglo xii en el condado de Besalú. Entre los edificios que se le han considerado más estrictamente próximos cabe citar la iglesia de Sant Feliu de Beuda y Sant Vicenç de Besalú, que imitan o evocan esta nueva tipología constructiva. También debe ponerse en relación con la iglesia del priorato de Santa Maria de Marçèvol (posesión del Orden del Santo Sepulcro en Cataluña) cuyas soluciones constructivas parecen directamente inspiradas en el modelo instaurado por Palera (que, sin embargo, nunca perteneció a este Orden). En este mismo sentido, su relación con Santa Maria de Vilabertran, propuesta en ocasiones por la historiografía, resulta a mi parecer bastante menos evidente.

 

Al Sur del templo se conservan algunos vestigios constructivos del claustro y las dependencias monásticas que se proyectaron para la vida en comunidad, aunque la mayor parte de los ambientes han sido muy alterados. Entre los años 2003 y 2011 se llevó a cabo un programa de actuaciones bajo la dirección del Servei de Monuments de la Diputació de Girona, en colaboración con el Programa “Romànic Obert” y el Departament de Cultura, que ha permitido recuperar elementos arquitectónicos y artísticos originales del edificio, consolidar oberturas, paramentos y cubiertas, y habilitar nuevos espacios para usos culturales. Principalmente, se ha actuado en los edificios que se encuentran al lado del claustro del monasterio, que habían funcionado como hospedería hasta bien entrados los años 80.

 

Se incluyó, además, una campaña de excavaciones en diversos puntos del patio situado al sur del templo que permiten confirmar la existencia de estructuras claustrales del siglo xii. A las evidencias halladas en las prospecciones arqueológicas –restos de los muros perimetrales del claustro– cabe añadir los testimonios documentales del siglo xix, que constituyen una fuente valiosa para la reconstrucción del patio. En este sentido, según el historiador local Francesc Monsalvatge (1892) el claustro estaba unido al S. O. de la iglesia, y formando un cuadrado, el cual se halla hoy completamente arruinado; y entre los montones de piedras vimos aún un capitel, borroso ya, historiado con aves y figuras humanas, zócalos y fustes de sus columnas, cu­biertas de verde hiedra.

 

En el interior de la iglesia se conserva todavía hoy uno de estos capiteles (la historiografía afirma la existencia de otro, que no hemos podido localizar), muy erosionado, cuyo avanzado estado de deterioro nos impide evaluar correctamente el estilo de la talla. En cualquier caso, deben ser posteriores a la fundación de la iglesia del Santo Sepulcro en 1086, de manera que podrían adscribirse a una segunda campaña constructiva iniciada tras el establecimiento de la comunidad benedictina, y que se tradujo en la construcción del claustro y las dependencias monásticas a partir del año 1108. Las dos arcadas que hoy en día son visibles en la galería oriental del patio son una construcción moderna, aunque cabe pensar que asientan sobre los cimientos del recinto original.  

 

De las dependencias monásticas de Palera hoy todavía es visible el ala oriental (siguiendo el ábside), el ala sud perpendicular a esta y también un muro perimetral que, a pesar de estar muy alterado por añadidos de época moderna, desde el siglo xii posiblemente cerraba el recinto al oeste. Así, el sector oriental del conjunto es el mejor conservado, a pesar de que hemos perdido parte de las construcciones originales. Cabe suponer que en este espacio se asentaba la sala capitular y el dormitorio, aunque carecemos de datos precisos para aseverar el uso de este ambiente. Desde la galería oriental del claustro una puerta en arco de medio punto da paso a las dependencias del ala sur, donde encontramos toda una serie de espacios que podría identificarse con el refectorio y la cilla, dependencia esta última de la que actualmente solo quedan en pie dos arcos diafragmas.

 

Texto: CARLES SÁNCHEZ MÁRQUEZ – Fotos: CARLES SÁNCHEZ MÁRQUEZ/MJB – Planos: XEVI LLAGOSTERA

 

 

Bibliografía

 

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