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Vista de la iglesia de San Juan

Identificador
39049_06_024n
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
43º 14' 35.76'' , -4º 33' 37.58''
Idioma
Autor
Esteban Sainz Vidal
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Iglesia de San Juan

Localidad
Piñeres
Municipio
Peñarrubia
Provincia
Cantabria
Comunidad
Cantabria
País
España
Descripción
TAMBIÉN ESTA ZONA LEBANIEGA DE PEÑARRUBIA, bordeada en todo su contorno oeste por el río Deva, en su recorrido más agreste de las Hoces de la Hermida, nos ha dejado algún testimonio románico, aunque, lamentablemente, muy reducido, en algunas iglesias de sus aldeas. Si la de Las Caldas nos ofrece una huella muy vieja en una construcción que casi pudiera remontarse a años incluso anteriores a la implantación de la corriente románica en la región, otras, como Linares y Piñeres, guardan, a pesar de reformas muy posteriores, sobre todo realizadas en los siglos XIV al XVII, algunos vestigios, aunque tengan aspectos de marcada rusticidad, del paso por Peñarrubia de la arquitectura que en toda Europa se puso de moda en los siglos XI al XIII, es decir, del modo de hacer románico. Ya hemos visto que al ampliarse, tanto en plano como en alzado, lo que más se conservó, aplicándolas a las nuevas construcciones, fueron las puertas y las cornisas. Ello explica que hayan sido estos dos elementos los que pueden asegurarnos la preexistencia de edificios más humildes. Esto pasa con la iglesia de esta bella aldea de Piñeres. Cuando hace siglos su vieja capilla románica al servicio del Concejo, se quedó pequeña –por el aumento posible del número de vecinos, o por la querencia de algún indiano hacia su pueblo, o quizás por el mismo poderío económico de los obispos en unos siglos en los que la Iglesia acumuló heredades y mando político– tan sólo permanecen como vestigio, aquí en Piñeres, dos únicos canecillos románicos y esculpidos (en un conjunto de cuatro), con cinco rollos el uno y cuatro el otro, colocados todos sobre el muro meridional pero suficientes para la nostalgia de lo desaparecido: una humilde capilla que ciertamente encuadraría mucho mejor con el paisaje de prados, bosques y nieblas. En esos canecillos de regusto mozárabe, colocados más como adorno que por función, la iglesia de Piñeres nos recuerda sus orígenes y, como tantas otras de Liébana, quiere que reconozcamos su hidalguía, esa que concede y presta el tiempo aunque, como consecuencia de éste, hoy se nos aparezca renovada.