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Identificador
40530_01_003
Tipo
Fecha
Cobertura
41º 19' 24.66" , -3º 42' 10.91"
Idioma
Autor
José Manuel Rodríguez Montañés,Clara Martín García
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Ermita de San Lorenzo

Localidad
El Olmillo
Municipio
Aldeonte
Provincia
Segovia
Comunidad
Castilla y León
País
España
Descripción
LA HOY CONOCIDA como ermita de San Lorenzo se sitúa en un altozano sobre el arroyo de la Hoz o de Mariaceite, algo más de mil metros al oeste del caserío. Transformada en cementerio, se accede hasta sus ruinas a través de un maltratado camino de tierra. Es un sencillo templo de planta basilical, con nave única y cabecera compuesta de presbiterio y ábside semicircular, el conjunto levantado en mampostería de calicanto enfoscada reforzada con sillares en esquinales, encintado de vanos y una hilera como remate de los muros. Corona los muros de la cabecera una cornisa de nacela sobre canes de idéntico perfil, salvo uno del lienzo sur del presbiterio, que muestra tres rollos. En la nave la cornisa y los canes son abiselados, excepto un par con un barrillillo y una voluta. Tres ventanas se abrieron en el tambor absidal, de las cuales las extremas son simples saeteras abocinadas al interior, la norte cegada, mientras que la dispuesta en el eje muestra mayor desarrollo, rodeándose interior y exteriormente de arcos de medio punto sobre columnas acodilladas, de basas de perfil ático degenerado, con garras en el grueso toro inferior y plinto. Las coronan toscos capiteles vegetales, los exteriores respectivamente con dos pisos de esquemáticas y rudas hojitas lanceoladas, y un tallo en uve de remate avolutado el otro, ambos bajo cimacios de bayas estriadas. Al interior aún se simplifican más los motivos, con simples cestas vegetales de hojas lanceoladas e incisas y cimacios de bolas con caperuza. La cabecera se cubre con bóveda de horno en el hemiciclo y medio cañón en el tramo recto, ambas sobre imposta de nacela. El arco que da forma al cascarón apea en una pareja de semicolumnas sobre plintos y basas áticas con garras, rematadas por capiteles historiados de ruda talla, bajo cimacios de tres filas de billetes. El del lado de la epístola se decora con un personaje ataviado con túnica corta con cinturón que introduce sus manos en las fauces de dos toscos cuadrúpedos, mientras que el correspondiente al lado del evangelio es de contenido sexual. Flanqueados por dos cabecitas y hojitas en las caras cortas vemos en el frente a un personaje que, mostrando su enorme falo, se dirige hacia la figura femenina que centra la composición, la cual alza su túnica mostrando el sexo; en el ángulo de la cesta que mira al altar completa la escena un rabelista. El tema lo encontramos con similar tratamiento en un capitel de Navares de Ayuso, hoy bajo la mesa de altar, en el arco triunfal de Aldehuela de Sepúlveda o en el de Nuestra Señora de Tejadilla, templos todos de un ámbito geográfico próximo. Sorprende la ubicación de tan explícito contenido en un interior, máxime en la cabecera, aunque de su similar composición y diversas manos parece deducirse que el asunto tenía una lectura bien concreta, gozando además de cierta difusión. Como señalamos al describir la iglesia de Aldehuela, la ausencia de elementos relacionados con una condena de la lujuria nos hace pensar en su vinculación con las mal conocidas intersecciones entre el espíritu jocoso y mundano y la religiosidad popular, ejemplificadas en los ritos del risus paschalis. El arco triunfal, de medio punto y doblado, se alza sobre dos semicolumnas dispuestas sobre el banco corrido en el que asienta la cabecera. Constan de basas áticas de grueso toro inferior, coronándose por una pareja de capiteles de astrágalos sogueados; el del lado de la epístola se orna con dos máscaras humanas, una masculina y otra femenina, de cuyas bocas brotan tallos que rematan en curiosas roscas estriadas y ornadas con banda de contario, composición que parece inspirada en la de uno de los capiteles del alero absidal de Santa María de la Peña de Sepúlveda y que volvemos a encontrar en otro del interior de Santo Tomás de Bercimuel, éste si cabe aún de más ruda talla. El capitel frontero muestra un nivel inferior de toscas hojas de cuyas puntas cuelgan bayas estriadas, y otro alto con dos cabecitas en los cuernos del ábaco y sumarias hojas, bajo cimacio de nacela con bayas, que en el capitel sur se transforman en bolas con caperuza. Hacia la nave, el ángulo que forma el machón del triunfal recibe también columnillas, rematadas por rudos capiteles con un busto humano y una roseta y, en el del lado sur, una hoja acogollada. Del mismo tipo, con toscas hojas y rosetas, son los que coronan las jambas encapiteladas sobre las que se voltean los arcos ciegos de medio punto que animan los paramentos interiores del presbiterio, bajo cimacios de tetrapétalas en clípeos, trama de celdillas o sucesión de junquillos. Al norte del presbiterio se adosó una pequeña sacristía ya de antiguo arruinada, de la que no restan sino testigos de los muros y las rozas de la puerta y cubierta. Al sur de la cabecera se adosó en el siglo XVII otra estancia con funciones de sacristía, cuya fábrica de mampostería continúa recubriendo la fachada sur como atrio. Una inscripción en el dintel de la puerta abierta en el hemiciclo refiere que: REEDIFICOSE ESTA IGLESIA I SACRISTÍA / I CANPANARIO SIENDO CVRA EL L(ICENCIA)DO / D(ON) BARTOLOMÉ MOEDANO (?) I OROZCO AÑO DE 16.... La hoy destechada nave debió cubrirse con madera, como indica la ausencia de contrafuertes y es costumbre en la zona. Parece conservar en lo fundamental su alzado primitivo, salvo el hastial occidental, que fue rehecho probablemente durante las reformas del siglo XVII referidas en la antes citada inscripción, haciendo alusión el aludido campanario a una hoy desaparecida espadaña. En la esquina meridional se reutilizaron algunos sillares románicos de arista abocelada. Hoy día ha cedido el esquinal norte de la nave y la obra amenaza ruina total. En un antecuerpo de sillería labrada a hacha de la fachada meridional de la nave se abre la coqueta portada. Consta de arco de medio punto con rosca decorada por quince rosetas tetrapétalas inscritas en clípeos, al que rodean dos arquivoltas; de ellas la interior se orna con bocel quebrado y dientes de sierra festoneados por ovas, y la exterior se moldura con tres cuartos de bocel en esquina retraído, protegiéndose los arcos por chambrana decorada con puntas de clavo con contario en las aristas y cenefa de perlas trepanadas. Los arcos apean en jambas escalonadas en las que se acodilla una pareja de columnas, coronándose con cimacios de tallos ondulantes que acogen hojitas acogolladas a un lado y estilizadas flores de arum al otro. Las columnas muestran casi perdidas basas áticas, y se coronan por capiteles cuya ruda talla remite a la vista en el interior. El del lado derecho del espectador es vegetal, con triple corona de hojitas lobuladas y nervadas, mientras que su par recibe un muy erosionado mascarón de cuya boca brotan dos tallos ornados con contario y rematados por parejas de grandes cogollos, al estilo del visto en el arco toral. Todo apunta a que el templo es fruto de una única campaña constructiva románica, no habiendo alterado profundamente su estructura las reformas posteriores salvo en el hastial occidental. Pese a la rudeza de su decoración escultórica, que encuentra sus referentes en San Bartolomé de Sepúlveda y las obras de El Olmo, Urueñas y Sotillo, existe cierta voluntad decorativa, constituyendo así un notable ejemplar del tardorrománico septentrional de la provincia. Transformada en cementerio y privada de cubierta la nave, las profundas grietas de la cabecera, la ruina del esquinal noroccidental y el descalce del arco triunfal no hacen sino presagiar el incierto futuro del templo. En la plazoleta de la que parte el camino hacia la ermita se conserva además, semienterrada por el hormigonado del suelo y cerrada por puerta metálica, un ejemplar de fuente románica de la que apenas es reconocible la cubierta a dos aguas y algún sillar labrado a hacha en el arco, estudiada por el profesor Ruiz Hernando en el artículo introductorio dedicado a las construcciones civiles.
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