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Vista general de la ermita

Identificador
39018_03_011n
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
43º 20' 4.75'' , -4º 3' 48.05''
Idioma
Autor
Esteban Sainz Vidal
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Ermita de Santiago

Localidad
Santiago de Cartes
Municipio
Cartes
Provincia
Cantabria
Comunidad
Cantabria
País
España
Descripción
YA NADA QUEDA DE LA IGLESIA ROMÁNICA de San Martín de Cartes. Nada queda de sus piedras, porque más que el tiempo que a veces no consigue hacerlas desaparecer el hombre sí que logra voluntariamente llevarlas a la ruina. Y no fue en este caso la guerra quien tuvo la culpa de su derrumbe, sino más bien sus preparativos, porque la fábrica pétrea de San Martín murió abrasada el 18 de abril de 1936, es decir, justamente tres meses antes del estallido de nuestro último y cainita enfrentamiento. Fueron los aires revolucionarios, que por esas fechas soplaban por las tierras cantábricas, los que provocaron el incendio Y sólo quedó el recuerdo y unas fotografías, de poco aprovechamiento, de lo que había quedado en pie. Ni la ruina quemada se supo conservar, ya que la restauración no debió ni siquiera proponerse, y lo que las llamas perdonaron, “fue destruido más tarde piedra a piedra”, tal como se expresa Juan Gómez Ortiz (GÓMEZ ORTIZ, J., 1976, t. II-III, pág. 42). Gracias a él –que “vivió” la iglesia antes y después de su destrucción, realizó un plano de ella y publicó las citadas fotografías– podemos hablar y conocer lo que ese malhadado incendio destruyó para siempre. De lo que fue esta iglesia de San Martín de Cartes, recogemos esta descripción que hizo de ella Gómez Ortiz. “De la desaparecida iglesia –nos dice– que ya muy pocos entre los vivos hemos conocido, destacaban sus ábsides, en sillería arenisca, de estas montañas; arquitectónicamente de puro estilo románico. El de la capilla mayor, en hemiciclo, con bóveda de cuarto de esfera y una prolongación recta de medio cañón. En el eje del hemiciclo una ventana alargada y estrecha, con doble arco de medio punto, sostenidos por columnas cilíndricas, con capiteles labrados con animales. Exteriormente estaba dividido en tres secciones por dos contrafuertes prismáticos, que se elevaban hasta la cornisa. En la sección central la ventana con arcos concéntricos, de medio punto con fuertes baquetones, y cuya arquivolta de sección triangular, revolvía a la altura de los arranques para formar una faja horizontal a lo largo de todo el ábside, ciñéndose a los contrafuertes… La nave principal, rectangular, de 14 metros de larga por 5,30 de ancha, en sus medidas interiores, con paredes, como el resto de la iglesia, de sillería pétrea, se unía al ábside mayor por un arco apuntado, con columnas cilíndricas adosadas y capiteles bellamente labrados con caballeros a caballo, defendidos con cota de malla”, etc. (página 43). Así se expresaba Gómez Ortiz, que apoyaba todas sus explicaciones con un plano, para poderlas hacer más comprensibles. Nosotros, con la ayuda de sus fotografías, podemos conocer, si no con mucho detalle, porque son pequeñas y algunas mal enfocadas, que el capitel izquierdo del arco triunfal tenía un cimacio simple, a bisel y sin decoración y una cesta cuyo lateral izquierdo lo ocupaba un gran animal de terrorífica cabeza y fauces abiertas que parecía enfrentarse a un caballero a caballo que con la mano derecha, y vestido con su cota y casco, proporcionaba un lanzazo a otra fiera que tenía delante, dragón quizás, en postura muy semejante al personaje que ocupa el tímpano exterior de la iglesia de Yermo. El capitel del lado de la epístola de este mismo arco, con cimacio idéntico al antes descrito, tenía una cesta que sin poder detallar los personajes, representaba una lucha de caballeros, a caballo y frontalmente; se atacan a lanzazos, resguardando sus cuerpos con sendos escudos, tema, como sabemos, muy repetido en el románico montañés y en general en toda la iconografía del románico, con ejemplares tan bellos y conocidos como los capiteles de Estella, Retortillo, Villacantid, etc., que suelen abundar más en monumentos de finales del siglo XII. La iglesia tenía dos naves; la que fue la principal, y primitivamente única, se correspondía con el ábside mayor que tenía en su interior, y en el centro, la ventana a la que hacía referencia Gómez Ortiz, con chambrana de medio punto y doble arcadura de bordes abaquetonados que apoyan en capiteles de cimacio al parecer biselados y cestas que se decoran: la izquierda con animales afrontados y la derecha con figuras que nos es imposible definir. Los fustes, eran gruesos y monolíticos. La segunda nave se añadió sin duda posteriormente, quizás avanzado el siglo XIII. Es más estrecha, rompió el muro meridional de la primera iglesia románica, y adelantó la puerta solemne que esta última tenía, y que, aunque malamente visible en la fotografía, Gómez Ortiz la describe así: “abríase la preciosa puerta abocinada, con sus arcos ojivales, con sus baquetones y arquivoltas, apoyando en robusta cornisa sostenida por tres pares de columnas (tres a cada lado) acodilladas, de fuste cilíndrico y con labrados capiteles de plantas y animales”. La descripción de estos capiteles no la hace Gómez Ortiz, pero en la fotografía se ven trabajados en relieve, aunque imposible de precisar su contenido temático. La separación de las dos naves se realizaba, como se ve en el plano, por dos grandes arcos formeros y apuntados que iban a caer en el centro en una basa octogonal de gran columna rodeada de otras ocho formando un grueso pilar central. Otra fotografía, muy deficiente, nos permite ver, al exterior, los dos ábsides y en el mayor la cornisa con algunos de sus canecillos, que Gómez Ortiz, los adjetiva como “sencillos”. Y así parecen, pues algunos se ve que son de simple caveto. En cambio otros, parecen tener alguna bola, o animal, tal vez. El ábside lateral, en el interior, se abre también con arco apuntado y doblado que descansa en cimacios lisos y capiteles “labrados”, dice simplemente Ortiz. A mi me parece vislumbrar que eran de bolas o piñas angulares. Lo más interesante de esta iglesia desaparecida, y muy malamente interpretada, son sus capiteles del arco triunfal que parece se han ejecutado por el mismo maestro o taller que trabajó en Yermo y hace –nos parece que sin duda– alguno o todos los capiteles historiados de la panda meridional del claustro de Santillana del Mar. Si en Yermo, da su apellido y fecha (Quintana y MCCXLI, año 1203), no estará muy lejos, en más o en menos, la cronología de San Martín de Cartes, es decir sería cantero, taller o canteros, que trabajaban en esta comarca del Bajo Besaya en los últimos años del siglo XII y primeros del XIII, posiblemente contratados por el abad y cabildo de Santillana para la hechura del claustro y supuesta puerta occidental de la colegiata.