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Bóveda del crucero

Identificador
47313_02_015
Tipo
Fecha
Cobertura
41º 32' 21.09'' , -4º 20' 28.30''
Idioma
Autor
José Luis Alonso Ortega
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Monasterio de Nuestra Señora de la Armedilla

Localidad
Cogeces del Monte
Municipio
Cogeces del Monte
Provincia
Valladolid
Comunidad
Castilla y León
País
España
Descripción
EN LA ZONA DEL DUERO SE PRODUCE el desarrollo de la villa de Peñafiel como cabeza de jurisdicción en torno al siglo X aunque su alfoz se va configurando hasta el siglo XII. En los límites entre su zona de influencia y la de otro poderoso concejo –el de Cuéllar– se enclavó este establecimiento religioso. La tradición, recogida por el Padre Sigüenza, indica que en aquel inhóspito lugar fue hallada una imagen mariana, en el interior de una cueva, en cuyo honor se labró la gruta como santuario. Este recinto, al que se descendía mediante larga escalinata, contaba en su interior con sepulcros de gentes notables y atraía a numerosos peregrinos. Este hecho decidió al concejo de Cuéllar a tomar bajo su mano la construcción de diversos aposentos para peregrinos, que donaron, para su dirección, a los monjes del monasterio bernardo de Sacramenia en el año 1185 de la Era. Sin embargo Antón, analizando las edificaciones, afirma que la capilla construida en la cueva es ya de estilo cisterciense. Probablemente fue obra de los frailes de Sacramenia que poblaron el cenobio hacia 1147. Esta comunidad encontraría a su llegada, según dicho autor, una gruta natural y los aposentos para peregrinos. Ellos construirían encima de aquélla una iglesia, dejando la cueva como cripta, que data a fines del siglo XII o principios del XIII. Resto de las primitivas construcciones son la cripta de la vieja iglesia (es decir, la "cueva" reformada) y las bóvedas de un claustro que los cistercienses realizarían en el siglo XIII, similar al de Retuerta en su austeridad. Esta comunidad abandonó el lugar, quizá por demasiado agreste, lo que llevó al concejo de Cuéllar a crear una cofradía que tuviese allí la sede y a mantener a un ermitaño al cuidado de las edificaciones y el culto. La siguiente noticia sobre el monasterio se produce ya en 1402: los concejos de Cuéllar y Peñafiel delimitaban por enésima vez sus términos en medio de continuas disputas, lo que motivó la intervención del infante Fernando. El juez puso los mojones de modo que la iglesia, ermita y granja de Santa María del Armidiella quedaban fuera de los territorios comunes, en término del concejo segoviano, a lo que apeló el de Peñafiel, aduciendo ser comunal toda esa zona. Era patente el interés del infante por este asunto, dado que era el señor de Cuéllar. En calidad de tal instó a su villa a que entregase la iglesia a la Orden de San Jerónimo, lo que explica que fuesen a repoblarla monjes del monasterio de la Mejorada de Olmedo merced a un breve de Benedicto XIII en 1405. Es muy posible que a su llegada las edificaciones anteriores estuviesen ya arruinadas, pues cuando se menciona la construcción del refectorio nada se dice de la iglesia, sobre cuyo solar probablemente lo erigieron. Sí se cita, no obstante, la escalera del claustro, que quizá era la empleada para descender a la cripta. Pronto contó el monasterio con importantes valedores: don Beltrán de la Cueva y sus sucesores, los duques de Alburquerque y diversos monarcas. Las obras, que aprovecharon muy poco de la fábrica anterior, debieron de terminar (al menos en la iglesia) en 1552, pues en tal año la Orden decide el traslado de la comunidad allí. Esta imponente obra del siglo XVI, realizada no obstante en mala mampostería, ha soportado el paso del tiempo peor que los escasos restos del siglo XIII. El abandono de los religiosos y peregrinos supuso la ruina del conjunto, una de cuyas hermosas puertas, realizada hacia 1525, se trasladó a la Casa de Cervantes (Valladolid). El aspecto general que presenta este monasterio es de gran complejidad debida por una parte, a las diferentes etapas constructivas a lo largo de varios siglos y por otra, al actual estado de ruina por el abandono y expolio del que ha sido objeto. LA CUEVA Su origen no se conoce aún con precisión, si bien parece haber sido remodelada en diversas épocas. Tiene dos naves de testero plano y separadas por algún tipo de soporte –actualmente derrumbado– y que Francisco Antón describe como "pilares de núcleo cruciforme, gruesos, con columna de frente y otras acodilladas; basas de bocel inferior chato, garras, escocia delgada y baquetón alto, redondo y fino; capiteles toscos, vegetales, de hojas y tallos; cimacios e impostas, rudos y achaflanados". De todo esto nada queda a excepción de los escombros en el suelo de la cueva. El ingreso se haría desde la galería del claustro, en el mismo nivel, y desde la iglesia, situada justo encima, mediante unas escaleras. El muro este presenta unas ventanas ciegas cuya función desconocemos. Tres ventanas en la primera nave –la central abierta en arco de medio punto y las laterales rectangulares– y otra más rectangular en la siguiente nave. Gran parte de las cubiertas labradas en la roca, bóvedas de crucería simple y de terceletes y bóvedas de cañón, se han desplomado. LA IGLESIA Sobre las cuevas hay una dependencia rectangular, la primitiva iglesia cisterciense muy arruinada y posiblemente reutilizada en época jerónima. Existen dos oquedades que parecen haber servido de comunicación entre la iglesia y la cueva santuario. Conserva una ventana de arco apuntado en uno de los testeros y la cubierta ha desaparecido al igual que una parte de la pared lateral. La vegetación ha cubierto toda la estancia. En la parte exterior, con vistas al claustro, observamos dos arcos formeros apuntados que podrían hablarnos de una galería alta en el claustro cubierta con bóveda de crucería o bien de la cubierta de otras dependencias monacales anexas a la iglesia. EL CLAUSTRO Edificado al norte de la iglesia debido sin duda a una adaptación al terreno, se encuentra en un plano inferior con respecto a la iglesia y al mismo nivel que la cueva. En el momento actual sólo se conservan las huellas de siete arcos formeros apuntados en los que se apoyaban las bóvedas de las galerías y alguna ménsula. Francisco Antón en 1923 llegó a ver y fotografiar las bóvedas del claustro que en la actualidad no son más que escombros colmatados por la vegetación. Según este autor “subsisten bóvedas viejas, de hacia principios del XIII también y muy semejantes a las del claustro de Retuerta: fajones y formeros apuntados y diagonales de sección trapecial, arrancando de repisas murales achaflanadas; plementos despiezados por el sistema francés... Pero en la gran reforma del siglo XIV modificaron las arquerías poniendo pilarotes cuadrados, si bien respetando algunas columnas antiguas que llevan capiteles rudos, vegetales. Rehicieron también los arcos exteriores; todo como pasó en Retuerta, conservando aquí las bóvedas mediante apeos”. Actualmente se conserva en la iglesia parroquial de Cogeces del Monte una sencilla imagen románica del siglo XII procedente de este monasterio. Se trata de una Virgen - trono en madera policromada de unos 70 cm de altura, que el Padre Sigüenza en el siglo XVII consideraba “parecida mucho en la obra a la de Guadalupe, que arguye ser del mismo tiempo, sino es imitada”. El deterioro sufrido por la talla ha sido debido a dos motivos principalmente como son el paso del tiempo y las modas. Entre las consecuencias del primero se encuentran la carcoma y los daños en la policromía. Las modas llevaron a añadir unas enormes manos y a serrar los pies de la Virgen con el fin de colocar la imagen en una peana. Todo esto motivó una restauración a cargo de la Caja de Ahorros Popular. Dicha restauración consistió en el asentamiento de la policromía, la extracción de la Virgen de la peana y desinfección de la madera entre las acciones más importantes.