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Capiteles del interior de la cripta

Identificador
31493_01_022
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
42º 31' 28.45'' , -1º 24' 42.60''
Idioma
Autor
Carlos Martínez Álava
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Cripta de San Salvador

Localidad
Gallipienzo
Municipio
Gallipienzo
Provincia
Navarra
Comunidad
Navarra
País
España
Descripción
LA ARTICULACIÓN ARQUITECTÓNICA de la iglesia de San Salvador es, desde el punto de vista técnico, compleja. La cabecera y el primer tramo de la iglesia gótica se levantan sobre una interesante cripta compuesta en planta por un tramo rectangular y ábside semicircular. Sus dimensiones son notables, con unos 8 m de longitud por 6 de anchura, y unos muros lógicamente gruesos, cerca de los 2 m en el cilindro absidal. Las criptas son una estructura relativamente frecuente en el entorno geográfico de Gallipienzo. En un radio máximo de unos veinte kilómetros, por el Oeste se conservan las de Orísoain en la Valdorba y la de San Martín en San Martín de Unx; por el Este las de Leire y Sos del Rey Católico. En esta ocasión, su función es primero estructural. Su cierre occidental nace de la misma roca de la montaña, que también aflora en el ángulo sureste de la iglesia alta. La cripta conjuga el desnivel de la ladera por ese lado, ampliando la plataforma sobre la que finalmente se construyó la iglesia alta. No obstante, la obra tardorrománica y la puramente gótica forman parte de dos planeamientos diferentes e independientes. De hecho, el eje que orienta hacia el Este ambas obras se desvía unos 30º, y sus correspondientes muros perimetrales no muestran continuidad en su superposición. Una vez construida la cripta, las obras se paralizaron sin llegar a erigir el ábside subsiguiente. Para cuando la construcción de la iglesia alta se reinicia, se proyecta un nuevo plan que aprovecha la parcela y plataforma conformada por la antigua cripta. No quedan restos que nos puedan indicar cuál sería la fisonomía del proyecto tardorrománico. Podemos suponer que el presbiterio superior siguiera las líneas compositivas de la cripta, con cierre semicircular, anteábside cuadrangular, bóvedas de arcos cruzados y soportes con semicolumnas pareadas, en una configuración que nos remite a ejemplos, dentro de su entorno geográfico, como la abacial de La Oliva o la parroquia de Santiago en Sangüesa. Para hacernos una idea, sus dimensiones reproducirían las el presbiterio de San Miguel de Estella o, con menor longitud, las de la citada iglesia sangüesina. Como veremos más adelante los vínculos con este último edificio son, también en lo decorativo, muy estrechos. Incluso la anchura de la parcela permitiría encajar un proyecto con ábsides laterales de pequeñas dimensiones como los de aquella, en una estructura de tres naves con poco desarrollo longitudinal. La puerta de acceso se sitúa en el lado meridional, bajo un reducido porche erigido para soportar la sacristía superior. Está determinada por un sencillo arco de medio punto de platabanda. El interior conserva una sorprendente decoración de pinturas murales en grisalla, imitando sillares almohadillados, rosetas y casetones realizada en 1572. Se conservan muy parcialmente restos de inscripciones sobre impostas y muros que completaban la decoración. Se debe relacionar con la reutilización de la capilla como enterramiento privado. De este uso quedan un buen montón de huesos en un osario situado en la antigua mesa del altar. El reducido espacio interior se ilumina mediante una única ventana de medio punto axial. Como se ha avanzado en el análisis planimétrico, un poderoso fajón apuntado de sección rectangular lo divide en dos tramos: el oriental, algo más estrecho, de basamento semicircular y definición superior poligonal; y el occidental cuadrangular. Éste se cubre con bóveda de arcos cruzados, de potentes secciones cuadradas, que apean en repisas al sesgo de los ángulos del hastial y sobre los pilares de embocadura del ábside. El grueso fajón descarga su acentuado apuntamiento sobre pares de semicolumnas adosadas al muro. Estas comparten cimacio con la imposta que circunvala la capilla absidal y une los soportes de los arcos cruzados. El ábside se cubre mediante tres plementos independientes e iguales, también de perfil apuntado. Van reforzados por dos semiarcos, de nuevo de sección cuadrada, que enlazan las columnillas adosadas al cilindro con el centro del fajón. Abovedamientos y soportes muestran ya características típicamente góticas, si bien, de un gótico estructural y sintético. Enlaza perfectamente con los abovedamientos del crucero de Irache o del la abacial de La Oliva. Esta forma de construir que dominó la arquitectura de Navarra durante el último cuarto del siglo XII y el primero del XIII tiene como común denominador el uso de potentes soportes y arcos, semicolumnas pareadas, secciones cuadradas y cuadrangulares, bóvedas de plementos apuntados independientes y encuentro directo entre plementos y muros. Todos los paramentos quedan lisos, a excepción de los tres sectores que cierran el ábside. El central acoge el único vano del templo. Muestra una amplia articulación con un profundo arco de medio punto con medias cañas y listeles como molduras. Apea sobre impostas, también molduradas, y dos columnillas acodilladas. Curiosamente llevan fuste octogonal a la derecha y acanalado a la izquierda. Los capiteles decoran sus cestas mediante volutas de inspiración vegetal tratadas de manera sumaria. En los dos sectores laterales se insertan sendas hornacinas de medio punto y uso litúrgico. Sus huecos se subrayan mediante chambranas molduradas. El resto de la decoración esculpida se concentra en los cuatro los capiteles de las semicolumnas perimetrales. De nuevo muestran un repertorio basado en temas de inspiración vegetal, labrados con poca profundidad y evidentes dosis de rusticidad. En los dos capiteles dobles del fajón central dominan los tallos que se avolutan en los ángulos y centros de la parte alta de la copa. A la derecha prevalecen las formas lisas; a la izquierda, de los tallos nacen hojas abiertas hacia abajo en abanico. Su diseño es muy peculiar, con márgenes foliares denticulados y vasos muy marcados con líneas discontinuas. Bajo los cimacios que soportan los arcos cruzados del primer tramo aparecen las mismas hojas, ahora inscritas en círculos anillados de tallos dobles por la izquierda y hojas con volutas por la derecha. Los dos capiteles del ábside repiten cestas con hojas lisas y volutas. El derecho acoge un primer nivel con hojas lisas; el superior lleva por un lado hojas avolutadas y por el otro un grifo con cabeza humana en esquina y doble cuerpo. Bajo la cabeza, con una característica nariz de base triangular y ojos con doble línea en los párpados, une sus manos. Como en los vegetales, la labra es de nuevo sumaria y ruda. Al exterior el cilindro absidal de la cripta queda parcialmente enmascarado por los enormes contrafuertes del presbiterio gótico. Las columnas del interior llevan por fuera sus correspondientes estribos de notable anchura pero reducido resalte. Una imposta lisa señalaba el final del primer nivel, marcando el arranque del presbiterio románico de la iglesia superior. El vano axial es el único elemento articulado del exterior. Lleva arco de medio punto moldurado con baquetón entre medias cañas y guardalluvias de puntas de diamante sobre impostas molduradas. Apea en columnillas acodilladas que repiten el juego interior de fuste octogonal y estriado. Destacan de nuevo los capiteles. Ambos organizan sus cestas mediante un primer nivel de hojas, y un segundo con figuras y volutas. En el derecho un personaje en esquina asoma las manos entre las hojas lisas inferiores; el izquierdo lleva hojas con los característicos vasos discontinuos y cabeza en esquina con volutas y sendos pájaros que le pican las orejas. El plumaje de las aves está resuelto mediante líneas paralelas rellenas de series de incisiones perpendiculares. Los sillares exteriores muestran numerosas marcas de cantería bastante repetidas. Al interior se observan las mismas, si bien la capa de pintura mural, oculta la mayor parte. Se aproximan a la decena, siendo especialmente repetidas tres señales muy peculiares que parten de la letra R. En los repertorios de las grandes obras contemporáneas se observan algunas repeticiones, especialmente en el ala del capítulo de La Oliva. No obstante, no parecen demasiado reveladoras, ya que repiten las menos significativas, mientras que las más peculiares no aparecen. Son varios los elementos arquitectónicos y decorativos que hay que valorar para contextualizar en el espacio y en el tiempo esta peculiar e interesante construcción. En primer lugar la disposición planimétrica coincide con los presbiterios de La Oliva o Santiago de Sangüesa. También concuerda, en un formato menor desde el punto de vista arquitectónico, con la cripta de Orisoain. No obstante, las bóvedas suponen un progreso estilístico sustancial, al incorporar arcos cruzados tanto para el cuadrado como para el semicírculo-polígono. Si reconstruimos una clasificación ordenada de los antecedentes estilísticos cercanos, ésta partiría de La Oliva, con bóveda de cañón y horno reforzado, y seguiría por Santiago de Sangüesa, con arcos cruzados y horno reforzado. Las bóvedas de Gallipienzo coinciden con las de la capilla de San Jesucristo de La Oliva, consagrada en 1232 y, probablemente algo posterior por su planimetría ya poligonal. Desde el punto de vista decorativo, la aparente simplicidad de los capiteles nos va a servir para afinar un poco más el origen del taller y su cronología. Las hojas con vasos profundos y discontinuos, las cabecitas que asoman en las esquinas, los pájaros y el grifo se pueden observar también en los capiteles labrados para la segunda fase constructiva de Santiago de Sangüesa. En esta fase se definió el presbiterio con sus bóvedas, así como parte de los pilares de su embocadura. Elementos menores de este taller también aparecen en el primer piso del cimborrio de Santa María de Sangüesa. Todos los datos, tanto estructurales como decorativos parecen pues confluir en los últimos años del siglo XII y los primeros del XIII. El carácter más avanzado de las bóvedas de Gallipienzo orienta más su cronología hacia el primer cuarto del siglo XIII.