Identificador
09219_04_010
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
42º 40' 13.41'' , - 3º 5' 14.64''
Idioma
Autor
José Luis Alonso Ortega,Augustín Gómez Gómez
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)
País
España
Edificio (Relación)
Localidad
Encío
Municipio
Encío
Provincia
Burgos
Comunidad
Castilla y León
País
España
Claves
Descripción
EN LA CIMA DEL HOY arruinado primitivo caserío se alzan las ruinas de la iglesia parroquial de Encío, recio edificio levantado en buena sillería y compuesto de nave única dividida en cuatro irregulares tramos rematados por un ábside semicircular, sin presbiterio. La nave se cubre con bóveda de cañón apuntado reforzada por fajones doblados que apean en responsiones prismáticos (que exteriormente se corresponden con estribos prismáticos), en cuyo frente se disponen semicolumnas, mientras que el hemiciclo, al exterior acodillado a la nave, se cierra con bóveda de horno generada por arco apuntado e igualmente doblado; todas las bóvedas parten de impostas con perfil de chaflán o nacela. El tambor absidal, de excelente construcción aunque amenazado por una notoria grieta, se levanta exteriormente sobre un potente zócalo escalonado, dividiéndose en tres paños por dos gruesas semicolumnas adosadas que parten de un basamento prismático y apean en finas basas de perfil ático sobre plinto, rematándose con sencillos capiteles vegetales que se destacan de la línea de la cornisa, de hojas lanceoladas y nervio central de cuyas puntas penden palmetas acogolladas uno y de hojas lisas de puntas recurvadas el otro, éste bajo cimacio de fino reticulado. Una imposta de listel y nacela recorre el paramento a la altura del alféizar de la ventana que se abre en el eje, en torno a una aspillera de fuerte derrame al interior. Rodea el vano un curioso arco trilobulado del estilo al visto en las cabeceras de San Mamés de Obarenes y Nuestra Señora de Tres Fuentes de Valgañón (La Rioja), exotismo formal presente además -entre otros elementos comunes- en un grupo de edificios burebanos (Navas y Los Barrios de Bureba) y riojanos (ermitas de La Concepción de Treviana y Nuestra Señora de Junquera). Apea el arco en sendas impostas de listel y nacela que no se continúan por el resto del muro y en una pareja de estilizadas columnas acodilladas. El capitel más septentrional recibe carnosas hojas lisas de puntas rematadas en salientes y gruesos caulículos, mientras que la otra cesta se orna con una muy recientemente descabezada - víctima de la barbarie y la puntería entre 2000 y 2002- arpía masculina de alas explayadas terminadas en manos (similar a otras del ábside de Navas de Bureba), y garras con las que ase el collarino. La cornisa del ábside, de perfil achaflanado, es sustentada por una serie de canes ornados con un torso humano que cruza su brazo derecho sobre el pecho, máscaras grotescas de gesto burlón o severo, caso de una barbada, otra bifronte, una más de cabellos erizados, un prótomo de lobo de orejas puntiagudas que muerde un objeto, dos pequeños animalillos de colas enroscadas y otros de perfil de proa de barco. El estilo de estas esculturas, pulcramente talladas, recuerda a lo visto en la iglesia de Navas de Bureba. Al interior, los capiteles que recogen los fajones de las bóvedas se decoran sumariamente, a base de toscas máscaras humanas en los ángulos de la cesta y hojas lisas con acogolladas palmetas pinjantes, caulículos o cogollos en las puntas. Los que reciben el arco triunfal -alzadas sus columnas sobre altos basamentos- manifiestan mejor hechura, recibiendo el del lado del evangelio doble corona de hojas lanceoladas de nervio central y bolas en sus puntas dobladas, bajo cimacio de idéntica decoración, mientras que el del lado de la epístola se orna con dos aves de largos picos y alas rítmicamente explayadas, al estilo de la arpía de la ventana absidal. Daban acceso al templo dos portadas, ambas abiertas en el segundo tramo de la nave, y de la cuales la septentrional -oculta por las edificaciones que recubren esta fachada del edificio- consta de simple arco de medio punto, sin decoración. La amplia portada principal, semioculta por el pórtico y las estancias adosadas por el sur, muestra signos de refección, coincidiendo con Vélez Chaurri en pensar que el arco rebajado con junquillo en la arista y sus cuatro arquivoltas molduradas con mediascañas, así como el tornapolvos que las protege, corresponden a una reforma posterior. Sí son románicas las jambas escalonadas, de las que restan visibles cuatro de los estilizados capiteles de las columnas que se acomodaban en los codillos. Pese a estar muy maltratados por la erosión, que ha prácticamente borrado el relieve de la deleznable arenisca, denuncian una más que notable calidad. Los dos extremos son vegetales, de hojas partidas que se ensanchan en su remate, terminadas en puntas avolutadas de las que penden piñas en un caso y remates acogollados en el otro, el primero con pequeñas hojas de acanto entre las mayores. Su indudable calidad, con el remate en facetado ábaco con cuernos y florones, similares a alguno de Pino de Bureba, nos llevan a las cestas vegetales de la sala capitular de San Salvador de Oña como el más probable modelo de éstas, quizá piezas compradas dada la diferencia de material y estilo respecto al resto. Es lástima el deterioro del capitel interior del lado occidental, historiado y en el que apenas distinguimos a un personaje barbado sedente, con las piernas entre c ruzadas, calzado puntiagudo, vestido con túnica de gruesos pliegues, que parece sostener un paño u objeto en sus manos. En la otra cara se disponía otra figura, de la que sólo restan los pies y parte de la indumentaria. El correcto canon, la elegancia de paños y actitudes de estas figuraciones nos hablan de una escultura de notable calidad, diferenciada del resto de la del templo. Sobre el hastial occidental se alza una airosa espadaña de dos pisos escalonados de troneras y remate a piñón, muy probablemente remontada. Da luz a la nave una trastocada ventana abierta en esta fachada occidental, de la que sólo resta el arco exterior, decorado con dobles boceles quebrados y salientes en zigzag, entre moldura recta, nuevo exotismo decorativo que volvemos a encontrar en la portada de San Nicolás de Miranda de Ebro y la ventana del hastial de la ermita de Santa Gadea del Cid. Con ellas compartirá cronología esta de Encío, pareciendo obra de las últimas décadas del siglo X I I. Sobre los hoy desaparecidos capiteles de esta ventana del hastial, Vélez Chaurri afirma que se decoraban con “sendos mascarones”. Sin duda este edificio, uno de los más notables de la comarca, merece mejor destino que el que le auguran el mal estado de sus cubiertas y el libre albedrío de quien no vacila en traspasar con su vandalismo el límite de la necedad, máxime cuando el inminente riesgo de colapso de su fábrica parece al menos contradecir su declaración en 1983 como Monumento Nacional.