Identificador
40237_01_059
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
41º 29' 48.71" , -3º 57' 55.51"
Idioma
Autor
Raimundo Moreno Blanco
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)
País
España
Edificio (Relación)
Localidad
Sacramenia
Municipio
Sacramenia
Provincia
Segovia
Comunidad
Castilla y León
País
España
Claves
Descripción
LOS MAGNÍFICOS RESTOS DE SAN MIGUEL se encuentran sobre un otero que cobija por el norte la localidad de Sacramenia desde el que se obtiene una impresionante vista del valle del Duratón. Se accede allí tomando la carretera que une el pueblo con Laguna de Contreras, para poco después de salir de la localidad, tomar un camino carretero en buen estado a la derecha. Por él iremos ascendiendo sin dificultades la ladera, primero por su vertiente oeste y a continuación por el costado septentrional, desde el que accedemos a la parte superior, presidida por el edificio. Aun habiendo sido declarado Monumento Histórico Artístico por Real Decreto de 16 de febrero de 1983, la falta de actuación por parte de la Administración está ayudando de forma eficaz a su continuo expolio y ruina, que dadas las circunstancias será completo a no mucho tardar. La primera descripción del templo y causa del estado de abandono la proporciona Quadrado hacia 1884, siendo posteriormente seguido por autores como Hernández Useros menos de una década después: “Era este una pequeña pero acabada joya del arte románico en su edad primera, que habían guardado intacta los siglos, sin mudarle ni añadirle cosa alguna. Asombra conservación tan perfecta en aquella rasa y ventosa altura circuida por vastísimo horizonte: la portada lateral mantiene enteras sus dos columnas á cada parte, las hojas y figuras de sus capiteles, las labores de su cornisa y arquivolto; y obra de ayer parece el torneado cascarón de la capilla, guarnecida dentro y fuera de medias cañas, perforada por tres ventanas en el hemiciclo y figurando dos grandes ajimeces en la parte baja de sus muros interiores, como si del cincel acabaran de salir los rudos follajes y caprichosos grupos de personas y animales que visten los capiteles ó forman los canecillos. No es de consiguiente por vetustez ó por flaqueza que se hayan venido abajo la bóveda y la fachada: culpa es, se asegura, de los franceses que hasta allí treparon quemando las puertas de la ermita, y el huracán que más tarde hallándola abandonada la derribó.” A la vista de los distintos restos arqueológicos exhumados en el templo y sus inmediaciones, hemos de pensar que su localización prosigue una tradición venida probablemente de época altomedieval. Restos de aquel hábitat quedan en las covachas situadas en la vertiente meridional de la colina. Asimismo se hallan varios enterramientos en la zona del ábside, dos de ellos infantiles, que mantienen una alineación diferente a la del resto. Las tumbas pertenecen según Zamora Canellada al tipo de “enterramientos en suelo de talla antropomorfa” pertenecientes a la época de repoblación, y por tanto anteriores a la edificación del templo. Los restos que nos han llegado muestran una construcción de sencilla planta formada por una nave rectangular unida a la canónica cabecera románica de tramo recto presbiterial y curvo absidal orientado a levante. También se encuentran diferenciadas sus partes en cuanto a los materiales empleados en su construcción, utilizándose sillería bien escuadrada para la cabecera y portada, y encofrado de cal y canto en la nave. Como excepción queda la zona inferior del codillo meridional entre el presbiterio y la nave donde se emplea el ladrillo, y que en opinión de Zamora Canellada, podrían ser restos provenientes de una construcción anterior a la iglesia. Escasos son los restos de decoración que podemos encontrar en la nave tras su incendio, en el que perdió la cubierta, que suponemos lignaria, y el hastial de occidente. Únicamente nos han llegado algunas muestras de pintura en el lienzo norte, donde quedan huellas de un despiece de sillares pintado en tonos rojizos similar al que se conserva en el muro oeste de Aldea Real. Por el contrario sí nos ha llegado en buena medida la portada, adelantada respecto al muro, formada por la sucesión de un arco de medio punto, cinco arquivoltas y chambrana abilletada que reposan sobre jambas y columnillas acodilladas cuyos fustes y basas han desaparecido. Por el arco corre un zarcillo ondulante en cuyos meandros se inscriben palmetas planas de variado número de pétalos. Similar decoración, aunque quizá de distinta mano, encontramos en la tercera rosca cuyas hojas adquieren un mayor volumen quedando divididas por incisos nervios centrales. Igualmente comparten forma las arquivoltas primera y cuarta de bocel entre listoncillos, y la segunda y quinta de arista viva. Los cimacios se prolongan a lo largo del derrame a ambos lados a modo de impostas, repitiendo de nuevo el tema del zarcillo ondulante con palmetas en su interior. Se han conservado tres de los cuatro capiteles que exornaban la portada, pinjantes. El del lado oeste muestra hojas de helecho en los ángulos con tallos avolutados entre ellas que rematan en formas romboidales, muy similares a las vistas en la ermita de San Vicente de Pospozuelo en Fuentesoto. En la zona oriental completan el grupo una pareja de cuadrúpedos que comparten cabeza de orejas puntiagudas, larguísimas patas y estrecho cuerpo; y un ave de alas explayadas, cuerpo oval y cabeza de perfil de la que parecen salir formas serpenteantes. Ambos responden a criterios de ejecución poco depurados. Al exterior el ábside se articula mediante dos sobrias semicolumnas que se alzan sobre plinto y basa ática y alcanzan el alero poblado de desgastados canes de nacelas superpuestas, frutos carnosos y animalísticos. En cada uno de los tres lienzos se abre un vano en forma de aspillera, todas ellas trasdosadas por un bocel de medio punto que reposa sobre cortas columnillas. Las cestas del vano meridional muestran ruda decoración incisa en la que se muestra un personaje de rostro ovalado y barbado cuyos largos cabellos se ondulan dando lugar a palmetas; y una extraña figura, quizá femenina, de largo cabello al viento que aunque lejanamente, recuerda algunas figuras de la portada meridional de la iglesia de Castrecías en la provincia de Burgos. En el ventanal central la decoración repite los modelos de hojas de eucalipto vistos en la portada y en Fuentesoto. Los capiteles septentrionales quedaron sin tallar, quizá por economía, dado que serían los que quedasen más ocultos a la vista de los fieles. Se accede al interior del ábside por medio de un triunfal de medio punto doblado que reposaba sobre columnas geminadas hoy desaparecidas en su práctica totalidad, aunque en los capiteles aun se conserva la iconografía. El del lado norte muestra la imagen de Sansón desquijarando al león, que además es acosado por otro personaje vestido de forma arabizante, blandiendo una lanza y que muestra un abultamiento en la parte superior de su torso, rasgo característico de los pórticos de San Esteban de Gormaz (Soria). La escena se amolda a los cánones convencionales en que el protagonista se sitúa sobre el animal y con sus propias manos le rompe la quijada, sin embargo todo ello queda lejos de las leyes de la proporción y de la anatomía como ya observara Ruiz Montejo. Su par en el costado sur muestra una intrigante escena en la que un personaje vestido al modo de los campesinos musulmanes ase por los cuernos a un vacuno. En la zona central asoma, muy desgastada, una figura que en opinión de la misma autora representa un “monstruo cuadrumano”, muy utilizado en la iconografía soriana. Ambas cestas muestran motivos ornamentales en las caras que miran al ábside al igual que algunos de los capiteles reaprovechados en la ermita de Nuestra Señora del Río en San Miguel de Bernuy. El tramo presbiterial se cubre con bóveda de medio cañón que arranca sobre una imposta de listel y nacela. Originalmente se articulaban y reforzaban sus muros mediante parejas de arcos de medio punto que compartirían soporte central en cada uno de los lados. De ellos hoy nada queda a excepción de algún arranque y restos de la imposta vegetal que sigue los modelos de las arquivoltas vistas en la portada sur. El hemiciclo se estructura de una forma muy parecida a la ermita de San Vicente de Pospozuelo en cuanto a la decoración interior de los vanos, sin embargo, dado el menor diámetro en este caso, faltan los arcos ciegos que allí rematan los laterales. Así pues, del mismo modo tres arcos mayores enmarcan los vanos en cuyo acusado derrame presentan la aspillera, una rosca de arista viva y otra abocelada que reposan sobre columnillas rematadas en capiteles. A la altura de los alféizares corre una imposta ajedrezada que incluso abraza los fustes de las columnas. En sentido de las agujas del reloj, los capiteles del ábside muestran la siguiente temática: el primero de ellos muestra un gran cuadrúpedo, quizá un felino por la forma de su cola, en lucha con dos hombres, de los que el que le ataca por detrás presenta el tronco y cabeza de frente y las piernas de perfil. Las cuatro siguientes cestas repiten las hojas de eucalipto. En último lugar aparece una sucesión de cuadrúpedos, quizá equinos, donde en la cara mayor también parece asomar una imagen al modo del monstruo simiesco aparecido en el capitel meridional del arco triunfal. Vistos los modelos representados en San Miguel hemos de pensar, al decir de Ruiz Montejo, que aun apareciendo la escena de Sansón desquijarando el león, maestros de tan corta formación fueran capaces de transmitir una simbología elevada. Por ello hemos de pensar en que tanto esta representación como las figuraciones de pelea entre humanos y animales se acerquen más a simples ejemplos de lucha del hombre con las fuerzas del mal. En cuanto a la técnica, y para la misma autora, parece que se constata en este caso la penetración de formas procedentes del románico soriano a través de una mano de obra mudéjar. Dada la repetición de los cercanos modelos de la iglesia de San Vicente de Pospozuelo, y pese a la falta de varios elementos, todo parece indicar a una cronología tardía, bien rebasada la mitad del siglo XIII.