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Vista general de la iglesia de Sant Vicenç d'Canet y su entorno

Identificador
17040_03_001
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
42.038163 , 2.734946
Idioma
Autor
Annaïs Pascual Alfaras
Colaboradores
Sin información
Edificio (Relación)

Sant Vicenç de Canet d’Adri

Localidad
Canet d’Adri
Municipio
Canet d’Adri
Provincia
Girona
Comunidad
Cataluña
País
España
Ubicación

Sant Vicenç d'Canet

Descripción

CANET D’ADRI

 

El municipio de Canet d’Adri se encuentra a tan sólo 15 km de Girona, desde donde se llega tomando la carretera que va en dirección a les Planes d’Hostoles (GI-531); pasada la población de Sant Gregori, hay que tomar un desvío (GI-5313) que conduce directamente al lugar.

 

El término de Canet d’Adri, de 44’4 km2, con su paisaje sembrado de masías en torno a sus iglesias, constituye un lugar privilegiado y rico en patrimonio natural y arquitectónico, próximo a la capital pero ya en pleno valle del Llémena. El municipio está ligeramente elevado, a unos 217 m de altitud, en la zona noroeste de la comarca del Gironès. Cuenta con una población reducida y dispersa, de poco más de 600 habitantes, que se aglutinan en seis caseríos dispersos de densidad irregular; pequeños pueblos diseminados integrados por casas y masías presididos por las iglesias que, desde la alta Edad Media, articulan el territorio. Se trata de los núcleos de Adri, Biert, Montbó, Montcal, Rocacorba (hoy deshabitado) y el propio pueblo de Canet d’Adri, dónde se encuentra actualmente el consistorio municipal y cuyo topónimo toma la municipalidad de Canet. Topónimo que proviene del vocablo latín cannetum, y que refiere al cañizal del monte de Adri, colina de origen volcánico que centra la peculiar orografía del municipio.

 

En pleno valle del Llémena, Canet d’Adri es uno de los parajes naturales mejor conservados de las comarcas gerundenses. El municipio está mancomunado con los otros tres municipios que se encuentran en el mismo valle, aunque su territorio es el único por el que no discurre el río Llémena; lo hace uno de sus afluentes, la riera de Canet. Ésta forma conocidos saltos y gorgs (pozas) de agua fresca, algunas de ellas singulares, como la “Font de la Torre”, con su puente medieval.

 

El sector septentrional del territorio lo ocupa el macizo de Rocacorba y la montaña del mismo nombre, en la que hay un conocido santuario construido junto al llamado castillo de Rocacorba (documentado ya en el siglo xi). Dicha montaña configura una de las estampas más queridas de toda la comarca gerundense.

 

 

Iglesia de Sant Vicenç de Canet d’Adri

 

La iglesia de Sant Vicenç se encuentra separada del pueblo de Canet d’Adri, aunque a muy poca distancia, siguiendo la misma carretera que cruza el pueblo en dirección norte. La iglesia, junto al cementerio y a la antigua rectoría, configura un pequeño conjunto solitario que se levanta entre los campos de cultivo de la plana de Canet, con el magnífico telón de fondo del macizo de Rocacorba.

 

La iglesia aparece citada por primera vez en la donación de varias parroquias y derechos que hace el obispo gerundense Teuter para la fundación de la canónica catedralicia en el año 882. A inicios del siglo xi, el monasterio de Sant Esteve de Banyoles tenía importantes posesiones en el lugar de Canet d’Adri, según confirma una bula papal otorgada por Benito VIII en el año 1017; el templo, sin embargo, no se menciona explícitamente en ella.

 

En una donación del año 1060 aparece citada por primera vez la parroquia ya constituida de Sancti Vincentii de Adrio. Como en la mayoría de los templos del siglo xi, en 1078 se documenta una sagrera en torno a la iglesia. La parroquia aparece citada de nuevo en una donación de 1114: una tal Florencia cede a la canónica gerundense su alodio situado “en las parroquias de Sant Vicenç de Canet d’Adri y en Santa Cecília de Montcal”. Posteriormente, en 1130, una tal Estefanía, junto a sus hijos, define de nuevo un alodio situado en la parroquia de Sant Vicenç de Canet.

 

El canónigo Berenguer Guillem, probablemente nativo de Canet (apunta J. M. Marquès), lega en su testamento de 1132 tres masías situadas en la Serrallonga (pueblo diseminado, hoy desaparecido como tal), y tres más ubicadas cerca de la parroquial de Sant Vicenç. Además de la sede de Girona, aparece como objetivo de sus donaciones, contribuir a la pavimentación del presbiterio y a la obra del campanario de Sant Vicenç de Canet. Las donaciones continúan en la segunda mitad del siglo xii: en 1184, la baronesa de Rocacorba, Dolça d’Hostoles, lega dos sueldos a la iglesia de Sant Vicenç.

 

Durante el siglo xiii, Sant Vicenç no aparece en la documentación. Tenemos de nuevo noticias del templo y de sus posesiones en 1362, cuando aparece en el Llibre Verd de la catedral gerundense. El acta de una visita pastoral de 1363 confirma el buen estado del templo y menciona un altar dedicado a la Virgen. En 1387 se manda reparar el tejado por estar en malas condiciones. Ya en el siglo xv, se mencionan (1420) altares dedicados a santa Maria, san Pedro y san Juan (compartido este, posteriormente, por los santos Cosme y Damián).

 

La fachada del templo fue renovada, en sustitución de la románica, con una nueva portada fechada en 1560, año que aparece en inscrito en el dintel de la puerta que hoy da acceso al templo. De esta misma reforma, fechada en la segunda mitad del siglo xvi, corresponden la torre campanario construida sobre la nave central, la torre de poniente que da acceso a la cubierta (fechada en 1597) y las reformas góticas evidentes en el interior del edificio.

 

Sant Vicenç de Canet es una notable iglesia de tres naves, la central mucho más ancha que las laterales, coronada a levante por una cabecera de tres ábsides semicirculares, cubierta por una bóveda de cañón soportada por dos anchos fajones que originalmente habrían sido tres. Los arcos reposaban sobre tres pares de pilares cruciformes, de los que hoy queda el que ocupaba la posición mediana. Los correspondientes al primer y tercer tramo fueron suprimidos y en su lugar se lanzaron en el siglo xvi dos grandes arcadas. El tramo más occidental se añadió un coro en alto, y en sus muros laterales se abrieron sendas capillas modernas. Al exterior, a mediodía queda a la vista el muro de cierre del primitivo edificio románico; en el lado septentrional, la fábrica románica queda oculta por la capilla norte y la sacristía que se adosada a ella. Encima de la nave mayor se alzó un campanario y en el extremo noroeste la torre de las escaleras.

 

Del templo románico, exteriormente únicamente quedan a la vista su ejemplar cabecera triabsidial, de excelente conservación. Su paramento se trabó con sillarejo y mampostería, en hiladas que tienden a la regularidad, y sillares mejor escuadrados en las pilastras. Se empleó piedra volcánica, caliza y arenisca sin ninguna pauta compositiva o técnica. Los ábsides laterales se alzan dos tercios de la altura del central, proporciones que se corresponden con las que veremos en el interior del edificio. Los tres ábsides presentan decoración lombarda a base de estilizadas lesenas, que nacen de un casi inexistente bancal inferior, y que dividen el muro en tres tramos en el cilindro central y en los absidiolos dos segmentos. En cada ábside lateral una sección queda embebida en la unión con el ábside central. El muro del ábside central que sobresale por encima de los laterales carece de decoración. En su eje se encuentra la ventana abocinada y de doble derrame, a base de dovelas de piedra volcánica. Si en el mayor cada lesena tiene cuatro arquillos, en los ábsides laterales varía. El lateral norte presenta dos en el extremo septentrional y cuatro al frente, centrados por una ventana. El ábside de mediodía presenta dos paños coronados por tres arcuaciones ciegas y la correspondiente ventana.

 

El muro correspondiente a la nave meridional conserva a medio metro de su esquina los vestigios de una ventana original, de medio punto y piedra volcánica, obliterada y sustituida por otra posterior. En el mismo paño, más al Oeste y a la misma altura que la ventana anterior, se abre otra análoga, aún en su lugar. El aparejo es idéntico al de la cabecera. En el muro sur de la nave central, encalado, se distingue sillería similar y una ventana como las anteriores. La deteriorada cornisa parece de cuarto de bocel y se labró en piedra volcánica clara.

 

En la fachada se abre una puerta gótica. En el interior se hace evidente la desproporción en altura de la nave central, cubierta por una bóveda de cañón algo irregular soportada por dos gruesos arcos fajones. Los arcos y la cabecera quedan a la vista, mientras los paños de muro se presentan revocados y pintados. El aparejo de los fajones es similar al descrito en la cabecera, incluso más torpe, pues se trata de sillares desbastados de piedra volcánica y arenisca, con presencia de losas en algunos puntos. Mientras el arco más cercano al altar mayor reposa sobre una ménsula o imposta con restos de decoración escultórica –incorporada en reformas posteriores–, el segundo arco conserva su estructura original, con sus pilastras adosadas a sendos pilares cruciformes, y la línea de imposta de piedra volcánica compuesta por tres sillares que sobresalen labrados con un ancho plano oblicuo.

 

A diferencia de la central, la bóveda de cañón de la colateral norte presenta aún los tres fajones, dos de ellos situados a la misma altura que los de la nave central y un tercero a los pies de la nave, hoy adosado al interior de la fachada occidental. Los arcos correspondientes a éste en la nave central y en la lateral sur se han perdido, debido a las reformas efectuadas a mediados del siglo xvi. Los arcos fajones de la nave septentrional presentan iguales características constructivas que los descritos en la nave central, aunque aquí resulta evidente una disposición rudimentaria pero con voluntad decorativa (al menos en el primer arco, próximo al ábside) de los sillares de diferente color, los de piedra volcánica oscura delimitan exteriormente el arco mientras la piedra clara de arenisca se ubica en el interior, generándose tres franjas de color. Mientras al primer arco le han sido retiradas burdamente sus pilastras, el segundo arco fajón de esta nave, reposa sobre impostas de perfil de plano inclinado y pilastras adosadas al gran pilar cruciforme que se conserva in situ. Respecto a la nave central sur, cabe notar que presenta únicamente un arco fajón, entero, con imposta de perfil de plano oblicuo y pilastras adosadas al gran pilar cruciforme sur. El primer fajón quedó definitivamente anulado por la ventana abierta en este punto en el muro sur.

 

La cabecera triabsidial presenta en el interior un paramento austero en los tres ábsides, compuesto igual que el resto del aparejo descrito por sillares únicamente desbastados más o menos escuadrados. Mientras en el paramento del muro se mezcla indiscriminadamente arenisca del lugar, con calcárea y volcánica, para el dovelado y las jambas de las ventanas centrales se utiliza la piedra volcánica negra. Las cubiertas de cuarto de esfera de los ábsides laterales se construyen a base de losas irregulares y alargadas de piedra del lugar, mientras, para la construcción de la cubierta del ábside central se utiliza piedra basáltica o volcánica blanca de mayor calidad y menos pesada. Los tres ábsides se abren a sus correspondientes naves directamente, sin arco triunfal, y en su lugar se disponen, en el perfil semicircular formado por la cubierta de cuarto de esfera, una serie de sillares de piedra volcánica negra tallados a modo de dovelas.

 

Su estructura, paramento y decoración a base de arcuaciones y lesenas, se corresponden con las fórmulas arquitectónicas de raíz lombarda, aquí aunque evidentes, no del todo asumidas dadas las irregularidades proporcionales entre la nave central y las laterales, similares por ejemplo a las del templo del priorato de Santa Maria de Cervià de Ter; la algo tosca confección de los arcos fajones y finalmente el irregular reparto de arcuaciones en los diferentes ábsides. Así, de acuerdo con la datación ya apuntada por J.- A. Adell, debemos fechar la fábrica de este templo en un momento avanzado del siglo xi, como la iglesia –también de planta basilical y con tres ábsides con decoración lombarda en la cabecera– de Sant Vicenç d’Estamariu (Alt Urgell).

 

 

Pintura mural del ábside mayor

 

En las labores de limpieza y adecuación del templo, llevadas a cabo en la década del 1940, tras los estragos causados en el templo por la Guerra Civil (el ábside y el archivo fueron incendiados), se llevó a cabo el repicado de buena parte de los muros. Cuando los operarios se encontraban repicando ya la cubierta del ábside central, fueron descubiertos restos de la decoración pictórica original del templo. Desgraciadamente, los fragmentos salvados son pocos y el sentido de la lectura y de su programa, no se pueden identificar.

 

Lo conservado son, groso modo, cuatro fragmentos, que tienen continuidad entre ellos y que dibujan un semicírculo en la parte superior del ábside. En ellos se distingue una ancha franja amarillenta que dibuja la mitad inferior de una mandorla, en la parte inferior de la cual aparece un estrecho podio rectangular, sobre el que reposan los pies desnudos de un perdido personaje central, vestido con túnica blanca de pliegues rectilíneos y geometrizantes que se repliegan hacia arriba, definidos por un azul oscuro casi negro y decorados los bordes inferiores de la tela con una línea de puntos blancos.

 

Justo al lado derecho de estas ropas, aparece una franja ancha, amarillenta y oblicua subdividida en tres recuadros y decorado cada uno con una flor de cuatro pétalos estilizados y apuntados dispuestos en aspa, podría tratarse de uno de los extremos de un ornamentado trono. Más a la derecha de esta franja, arriba se lee: isa[i] […] [dos letras ilegibles]; mientras en el extremo de la franja, en la parte inferior, en letras de mayor tamaño y de izquierda a derecha se lee: gau[dr / br]ia· da […] [s]su[ti +][i?]. Bajo esta última palabra o frase, escrita en letra de menor tamaño aparece el nombre de davit. Esta última palabra aparece acompañando la cabeza de un personaje con nimbo amarillo, cabellera clara y lisa peinada con la ralla en medio, cuyos detalles aparecen indicados por una fina línea negra. A la izquierda de éste y bajo la palabra gau[dr / br]ia, aparece otro personaje con nimbo circular amarillo de melena lisa y grisácea indicada también por líneas, aquí menos visibles. Desgraciadamente la parte inferior del rostro se ha perdido, vemos que la figura se encuentra de tres cuartos mirando hacia la izquierda y hacia abajo, tiene un rostro alargado, con grandes órbitas desproporcionadas, semicirculares y muy oscurecidas por tonos rojizos cuyo perfil se indica con una línea clara sobre el rosado de la piel del resto de la cara, y que se une al lánguido y estrecho tabique de la nariz. Los pequeños ojos de párpados caídos e iris indicado y claro con pupila negra interior, se presentan pegados al tabique (únicamente distinguimos claramente uno de ellos). A la izquierda de este personaje y bajo la mandorla amarillenta se intuye una forma rojiza y angular.

 

El extremo izquierdo de esta, tan fragmentaria, composición resulta aún más dificultosa, aunque interesante y enigmática. En la parte superior se aprecia claramente un personaje con nimbo, de perfil, vestido con túnica de manga larga. Aparece con el rostro completamente de perfil, mirando hacia la mandorla. Se trata de un hombre mayor, con barba grisácea corta. Sus labios están abiertos, el rictus indicado, muestra la boca abierta con dentadura representada. Este gesto debemos leerlo junto a la mano de largos dedos del mismo personaje, que se muestra con la palma abierta inclinada en actitud de recibir, y el objeto en forma de cuchara o bien de tenaza de color claro, soporta un círculo o bola blanca, justo ante la boca abierta del personaje. Dicha cuchara o tenaza es soportada por una mano derecha que se pliega sobre sí agarrando el mango, y que nace de un brazo vestido con una manga de túnica rojiza de puño ancho, que podría estar surgiendo directamente del lado izquierdo de la mandorla. Resulta muy enigmático un cuerpo rojizo y oscuro pero voluminoso que sale del interior de la mandorla y que en la parte superior dibuja unas finas líneas que no alcanzamos a definir, podría tratarse de una larga extremidad, quizá el brazo derecho del personaje central, que por encontrarse dentro de una mandorla y con túnica larga y evidentemente rica en pliegues, sentada en un trono y con sus pies descalzos sobre un plinto, deberíamos entender que se trata de una Maiestas Domini o de una imagen de la Virgen entronizada.

 

No existen, a día de hoy, publicaciones que hablen de estos fragmentos. Aún así, una observación atenta nos lleva a relacionar el personaje de perfil ante las tenazas y con la boca abierta con uno de los profetas con lengua de fuego, en concreto podría tratarse de Isaías, pues iconográficamente recuerda a la representación del ábside de Santa Maria d’Àneu. La identificación con Isaías concuerda con la primera de las palabras escritas a la derecha de la mandorla: isa[i]. Como en Santa María d’Àneu y como en Sant Vicenç d’Estamariu, aparece un trono de perfil decorado subdividido en espacios rectangulares y con decoración interior. Concretamente, en el ábside de Sant Vicenç d’Estamariu, el personaje central de pies desnudos reposa sobre un plinto rectangular en una rudimentaria perspectiva, y además, aparece el motivo de la flor de cuatro pétalos apuntados en aspa en parte de sus cubiertas fechadas ya en época gótica.

 

En Sant Vicenç, llama la atención la figura inferior derecha, cuyo rostro lánguido podría estar indicando un estilo románico tardío o bien ya gótico. Existen paralelos más cercanos, por ejemplo las pinturas del ábside de la iglesia de Ravós de Terri, fechadas a mediados del siglo xiii. Los rasgos de los rostros de los personajes, el tratamiento de las ropas y de las melenas recuerdan a los representados en la capilla de San Juan de la Peña dónde se representan los santos Cosme y Damián. En todo caso, de acuerdo con las dataciones de los conjuntos citados, y teniendo en cuenta la enorme calidad que se intuye fácilmente observando con detenimiento el fragmentario conjunto pictórico de Sant Vicenç de Canet d’Adri, deberíamos llevar la datación de estas pinturas murales en un momento avanzado del románico, más allá del 1200.

 

 

 

Texto y fotos: ANNAÏS PASCUAL ALFARAS – Planos: ROSA MELÉNDEZ FRIGOLA

 

 

Bibliografía

 

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