Santa Magdalena de Solanllong
Capilla de Santa Magdalena de Solanllong
La capilla rectangular de Santa Magdalena se halla a los pies de la antigua casa fortificada de los señores de Solanllong. Apenas existe información sobre los orígenes de este pequeño templo, aunque probablemente se deben situar ya entrados en el siglo xii, junto al de los señores de la casa fuerte de Solanllong. Este linaje de caballeros rendían vasallaje a la baronía de Mataplana, manteniendo su poder en la zona durante varios siglos. La primera mención a la capilla se conserva en un documento del año 1269, en el cual se deja constancia de un legado testamentario de dos sueldos a su favor. En origen la capilla dependía de la vecina parroquia de Sant Martí de Puigbò, aunque finalmente pasó a depender de Sant Pere de Gombrèn. No se conserva información de relevancia sobre el templo en época moderna, aunque es posible que en algún momento fuese dedicado a san Esteban. Las visitas pastorales señalan una etapa de abandono entre los siglos xvii y xviii, para reanudarse las celebraciones a partir del año 1780.
El templo es una edificación de planta rectangular sin ábside diferenciado, de pequeñas dimensiones debido a su condición de capilla privada de los señores de la domus. La puerta de entrada se encuentra en la fachada norte, cubierta con un arco de medio punto formado por grandes dovelas. En la fachada sur, cerca del ábside, hay una estrecha aspillera que ilumina la nave. En el interior de la nave se conserva un coro elevado de madera, que fue construido en una modificación moderna durante la cual se encaló todo el templo y se decoró parte del ábside con pinturas murales. Desde el exterior se puede observar el aparejo de la construcción, que consta de grandes sillares bien alineados como corresponde a una construcción de finales del siglo xii o principios del xiii.
Frontal de altar
De la pequeña capilla proviene un frontal de altar dedicado a santa Magdalena, que se conservó in situ hasta bien entrado el siglo xx. La crónica de su descubrimiento y del traslado del frontal se recoge en un artículo del historiador Joan Sutrà Viñas, que explica con detalle las condiciones en que éste se encontraba en el año 1935, cuando fue retirado de su lugar de origen. Es de destacar como describe el altar de la iglesia, en cuya parte inferior y cubierto por un tapiz se encontraba el frontal románico. En la actualidad, el frontal se conserva en el Museo del Prado de Madrid, donde forma parte de la colección Várez Fisa donada al museo a principios del año 2013.
El plafón central de la tabla está compuesto por ocho piezas de madera de cerca de 35 mm de espesor cada una, que junto a las cuatro más gruesas que forman los montantes del marco dan cuerpo a la estructura final del antipendio. Sus dimensiones son de 1,5 m de ancho por 1,3 m de alto, similares a las de otros ejemplos próximos, con dos laterales en los extremos inferiores un poco más largos para poder asentar el mismo en el suelo. La pintura está aplicada mediante la técnica del temple, cuyo aglutinante debería confirmarse mediante un análisis químico. No obstante, es probable que se trate de yema de huevo o quizás de algún tipo de cola animal, como se ha podido comprobar en algunos frontales catalanes entre los que destaca el de la Seu d’Urgell. Según el examen visual de la tabla realizado con luz rasante por el mismo Sutrà, entre los detalles de preparación de la tabla se puede apreciar el uso de telas de grano fino que cubren con esmero las uniones de las tablas que forman el frontal, para así poder extender la habitual capa de yeso en su superficie. Para mejorar la apariencia estética del antipendio también se utilizó el barnizado con corladura de placas de estaño, técnica típica de los frontales catalanes que da al conjunto el brillo característico de las piezas de orfebrería, además de un pequeño efecto de relieve. Desgraciadamente, en la actualidad sólo se pueden apreciar los restos oxidados de dicha corladura, que aparece en forma de una superficie gris en las cenefas que separan tanto la mandorla como las diferentes escenas, así como en los adornos del marco montante y en el nimbo del pantocrátor.
El marco está delimitado en sus extremos por dos líneas de color rojo, con su interior decorado por diferentes motivos vegetales en corladura. El marco superior presenta un motivo vegetal continuo en forma de espiral que es típico de los talleres de Ripoll, similar al que aparece en el frontal de Santa Maria de Lluçà. Los marcos laterales también tienen sendos motivos geométricos entrecruzados, que en este caso recuerdan al que aparece en uno de los laterales de Lluçà, el que está dedicado a los siete dones del Espíritu Santo. Finalmente, en la parte inferior del marco no aparece ningún tipo de relieve y está pintado de color amarillo, con dobles líneas negras verticales que separan nueve compartimentos vacíos.
El frontal se estructura en ocho compartimentos y está presidido por una Maiestas Domini que, sobre un cojín blanco y con los pies descansando en un sencillo escabel, se encuentra en el interior de una mandorla en forma de almendra. El cojín se mantiene sobre la enjuta de un arco semicircular rojizo, el mismo color que el manto de Cristo. Este aparece en actitud de bendecir con la mano derecha, mientras que con la izquierda sostiene el Libro de las escrituras, en el que se puede leer la palabra PAX. Sus vestiduras son una túnica verde y un manto de color rojo, que resaltan sobre un fondo azul con estrellas blancas de ocho puntas en el cual se puede distinguir la luna y el sol. A parte de la figura central, en los ocho compartimentos se pueden ver cuatro escenas relacionadas con la vida de la santa titular de la capilla, además de las cuatro figuras del tetramorfo que rodean a la figura de Cristo central.
Las cuatro escenas narrativas que completan la tabla conforman un programa típicamente pascual, en el que destaca, en la parte superior izquierda, un ángel señalando el sepulcro vacío. En la parte superior derecha se pueden ver a las tribus Mariae sosteniendo recipientes con las esencias para ungir el cuerpo sin vida de Cristo, lo que crea una continuación junto con la escena anterior. En la parte inferior izquierda se puede distinguir la figura de María Magdalena postrada frente a Jesucristo, que enlaza con la parte inferior derecha en la que se puede ver el milagro de la resurrección de Lázaro. El texto de los evangelios indica que la mujer que pide ayuda al Señor es María de Betania, hermana de Lázaro, aunque muy pronto la tradición otorgará este papel a María Magdalena, motivo que explica la presencia de esta escena en el frontal de altar.
La historiografía reciente sostiene que en Cataluña fueron abundantes los rituales litúrgicos en torno a las imágenes de altar, situación que proporciona la clave para interpretar la iconografía de frontales como el de Solanllong. Los ritos litúrgicos de las catedrales, así como el gran número de manifestaciones paralitúrgicas que en forma de dramas u oratorios de pascua adornaban las celebraciones de la semana santa resultan fundamentales para entender las escenas del frontal. Estas imágenes sagradas a menudo estaban cubiertas con tapices durante gran parte del año y tan solo eran desveladas en determinadas festividades, para de esta forma participar de la ceremonia y ayudar a la creación del espacio sagrado durante la celebración. En este caso concreto el frontal rememora escenas de los dramas de la Resurrección de Lázaro y de la Visitatio Sepulchri, que escenifican dos momentos de la vida de Cristo estrechamente relacionados, siendo por supuesto el primero prefigura del segundo.
El frontal de altar de Solanllong es un claro ejemplo de la renovación estilística que se da alrededor del año 1200 en la producción de pintura sobre tabla en Cataluña. Las obras asociadas a este “estilo 1200” presentan una clara influencia bizantina, perceptible en frontales como los de Santa Maria de Avià, Sant Andreu de Baltarga o Santa Maria de Lluçà, por citar algunos ejemplos. La tabla de Solanllong se considera estilísticamente cercana al conjunto de Lluçà, y generalmente se atribuye a su mismo artífice, el anónimo Maestro de Lluçà.
Texto y fotos: Martí Beltrán González
Bibliografía
Castells Catalans, Els, 1967-1979, V, pp. 22-25; Catalunya Románica, 1984-1998, X, pp. 131-133; Post, C. R., 1930-1966, VII, pp. 723-725; Sureda i Pons, J., 1981, pp. 101-102, 251-252, 363-364; Sutrà Viñas, J., 1953, pp. 119-130.