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Capitel del lado izquierdo de la portada

Identificador
19051_01_030n
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
40º 33' 9.54'' , - 2º 49' 40.62''
Idioma
Autor
Ana Belén Fernández Martínez
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Iglesia de Santa María (Despoblado de la Golosa)

Localidad
Berninches
Municipio
Berninches
Provincia
Guadalajara
Comunidad
Castilla-La Mancha
País
España
Descripción
DENTRO DEL TERMINO MUNICIPAL de Berninches se conservan los restos de lo que fue el pueblo de La Golosa, abandonado en el siglo XIV. Ambos estaban dentro de la comarca de la Alcarria Baja. El acceso al lugar se puede realizar desde diferentes puntos, el más recomendado es desde Berninches, tomando la primera pista a la izquierda según salimos del pueblo, dentro de la llamada carretera antigua de Peñalver. Al pasar la gravera que nos queda a la derecha tomaremos el primer desvío a la izquierda, dejando atrás las llamadas Tinadas de Valdegodo. A partir de este punto, ya con los restos a los lejos, es recomendable continuar andando hasta ellos sirviéndonos de nuestra propia orientación. El despoblado de La Golosa se encuentra en la actualidad en un profundo abandono, y de lo que fue un poblado próspero nos queda solamente los restos de su iglesia de Santa María y algunos testigos de las estructuras medievales de origen. La iglesia, junto con el yacimiento, se ubica en lo alto de una meseta de aproximadamente 1.000 m sobre el nivel del mar y 70 m desde el arroyo que la circunda, que lleva el nombre del despoblado y nace en las inmediaciones de la ermita del Collado. Estos páramos se incluyen en la Sierra de San Cristóbal en su unión con la sierra de Altomira. La vegetación escarpada, fruto de los cauces de los ríos de antaño, hace que la sensación de altura óptica sea mayor que la real. La vegetación que hoy encontramos en los restos del despoblado es de matorrales comunes de espliego, tomillo o aliaga y junto a la iglesia se dan labores agrícolas todavía hoy. Gracias a la documentación escrita sabemos que en el momento en que en La Golosa aún tenía vida, la vegetación era mucho más frondosa, con bosques de roble y encina, probablemente. A los testimonios orales debemos el dato de que hace unos años el arroyo de La Golosa contaba con un cauce mayor, lo que nos induce a pensar en unas condiciones más húmedas entonces que las actuales. La vida en el poblado la suponemos corta pero intensa, siendo consecuencia de la labor repobladora del rey Alfonso VII en Guadalajara y de la posterior pacificación, que le permitió adentrarse hacia el reino de Toledo. Tanto las fuentes históricas como los restos de su iglesia nos llevan al primer cuarto del siglo XII para la fundación de esta aldea. En el transcurso de las excavaciones de 1991 salieron a la luz diversas piezas de cerámica de tipo medieval, que en ningún caso podrían fecharse antes de esa época, lo que nos corroboraría el siglo XII como la fecha más probable de su fundación. Más adelante, entre 1174 y 1187, la orden militar y religiosa de Calatrava se hizo con todas las aldeas del entorno de Zorita, entre las que estuvieron tanto Berninches como La Golosa. La Golosa no contaría con demasiada población, ni en su fundación ni siquiera en el momento de su abandono en el siglo XIV. Éste parece producirse por un descenso de población acusado que les hizo anexionarse a Berninches en 1391. La tradición oral nos cuenta sin embargo dos versiones; una parece decantarse por la peste como motivo del abandono y la más osada achaca el despoblamiento a una plaga de hormigas. Lo que con seguridad conocemos es el documento de anexión a Berninches y los problemas de la Aldea para depositar el pago de los censos. De esta aldea de La Golosa nos ha llegado, como parte más visible, los restos de su iglesia de Santa María, aunque también podemos ver lo que fue la calle principal, dependencias para el ganado, unas pequeñas bodegas y cerámica descubierta en las excavaciones que en ella se han llevado a cabo. La iglesia se halla situada en el extremo norte del yacimiento y solamente se conservan tres de sus cuatro muros y parte de lo que fue su ábside semicircular. Perdió su techumbre, lo que ha provocado un deterioro más acusado por las inclemencias del tiempo. El académico don Juan Catalina García realizó una visita al despoblado a principios del siglo XX con motivo de la realización del catálogo monumental de la provincia de Guadalajara; su testimonio nos ayudará a realizar una descripción más completa de lo que fue y de lo que es la iglesia de Santa María. La planta de esta pequeña iglesia románica es rectangular, finalizada en tramo de presbiterio recto y ábside semicircular, con una orientación común de Este-Oeste. El material utilizado para su construcción es la mampostería, con remate de sillar cuadrado en las esquinas y encuadrando los cuerpos de portada y la espadaña. Ésta se situaba sobre el arco triunfal del presbiterio y constaba de dos huecos en arco de medio punto para las campanas. Gracias a la reconstrucción llevada a cabo por los historiadores Plácido Ballesteros y José Ramón de los Mozos podemos ver su relación con la iglesia de San Pedro de Hontoba y con la de Pinilla de Jadraque. El acceso a la iglesia se realizaba por el lado sur, ubicándose en su mitad el cuerpo de la portada. Éste se encuentra flanqueado por dos líneas horizontales de sillares labrados, lo que nos indica que no hubo pórtico pero sí un pequeño tejaroz que cubría el cuerpo de la portada. La portada se resuelve con tres arquivoltas semicirculares en ligero abocinamiento interior. La exterior se ornamenta con doble cordón en moldura y escocia, la intermedia, baquetonada, y la más interior, adovelada en arista viva. Todas ellas descansarían sobre un grueso ábaco sin moldurar que daría paso a pilastras en arista viva, para la interior, y capiteles de decoración vegetal, para las más exteriores. En la actualidad no nos ha llegado más que parte de esas molduras en las arquivoltas y la forma erosionada de lo que fueron los capiteles vegetales. El ábside se encuentra prácticamente derruido, y a simple vista no se puede distinguir el tramo recto del presbiterio de su remate semicircular. Sin embargo, una mirada más pormenorizada a los restos de materiales en el suelo nos ayuda a descubrir parte de lo que fue el conjunto. Su tramo recto estaría más elevado que la nave, ya que en el interior vemos los restos de pequeños escalones de paso al presbiterio. Éste comienza con una hilera de sillares enfrentados, formando el esquinal, para luego pasar a la mampostería, que incluiría el hemiciclo absidial. Gracias a las referencias de Juan Catalina García y Plácido Ballesteros sabemos de la existencia de una ventana saetera ubicada en este tramo recto del presbiterio. Es probable que todo el conjunto se cubriera con una techumbre de madera en el interior, que se correspondería en tejado a dos aguas. Esta techumbre se colocaría sobre una hilera de canecillos sustentadores de la cornisa, de los que no tenemos constancia material, aunque suponemos una forma cóncava lisa para su factura. El muro norte es el más entero, y nos ayuda a conocer el tipo de mampostería utilizado así como para poner límite a la altura del templo, ya que sobre la última hilada de sillares se colocaría la cornisa de canecillos. En este muro aparece una pequeña ventana cuadrada que daría iluminación a la parte del arco triunfal interior. La fachada oeste nada tiene de destacable, pues se trata de un muro ciego de mampostería. Interiormente la iglesia no ofrece en la actualidad resto alguno, pero gracias a las descripciones y las excavaciones arqueológicas realizadas en ella podemos saber cómo fue en origen. La única nave de la iglesia sería la común en las iglesias de repoblación guadalajareñas: estructura en madera de par y nudillo, a la que probablemente se añadiría algún tirante como refuerzo. El paso al presbiterio se haría por un arco triunfal más estrecho, apoyado sobre tres escalones. Este paso al ámbito sagrado se componía de un arco de medio punto moldurado, apoyado sobre dobles columnas de bases cuadradas, y capiteles de decoración esquemática simulando motivos vegetales. Tanto el presbiterio como el ábside son más estrechos que la nave y estuvieron cubiertos con bóveda de cañón, el primero, y de horno, el segundo. Debemos añadir que en el muro del ábside existiría una ventana saetera alargada para iluminar el altar. Debido a su morfología constructiva, de la que nos quedan escasos restos, y gracias a las fuentes escritas históricas, podemos enmarcar esta sencilla construcción dentro de la segunda mitad del siglo XII, finalizándose en el primer cuarto del siglo XIII. De hecho la portada sur nos recuerda el acceso a la ermita de Albalate de Zorita, realizada en esos años. El presbiterio de testero recto y ábside en semicírculo nos remite a Hontoba, Escopete y a la iglesia del castillo de Zorita de los Canes. Por último, hay que señalar que la vieja pila bautismal del templo fue trasladada a Berninches, donde actualmente se conserva reutilizada como jardinera. Se talló en un gran bloque de piedra arenisca formando una copa sin decoración. Sus dimensiones son de 1 m de diámetro y unos 70 cm de altura. Este tipo de pilas lisas eran comunes en los caseríos más humildes; otros testimonios de la provincia serían los de las iglesias de Tobillos, Ventosa o Chiloeches.
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