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Vista panorámica

Identificador
19260_01_001n
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
40º 50' 32.75'' , -2º 36' 51.08''
Idioma
Autor
Ezequiel Jimeno Martínez
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Ermita de Nuestra Señora de Aranz

Localidad
Sotillo, El
Municipio
Sotillo, El
Provincia
Guadalajara
Comunidad
Castilla-La Mancha
País
España
Descripción
EN EL LUGAR CONOCIDO como el Barranco del Reato, en un remanso del río Tajuña y a unos 5 km del municipio de El Sotillo, se encuentra la ermita de Nuestra Señora de Aranz. Su ubicación, alejada y apartada de cualquier núcleo de población y casi engullida por las aguas del embalse de la Tajera, ha propiciado que su estado de conservación sea bastante aceptable gracias también a los últimos trabajos de consolidación que se han llevado a cabo. El difícil acceso al lugar, ha contribuido en parte a que su degradación haya sido más lenta, encontrándose en un entorno paisajístico de enorme belleza donde abundan los bosques de matorral y encina, y rodeado de las aguas del embalse casi por completo. Para acceder a la ermita hay que tomar un camino pedregoso y en no muy buen estado que sale del pueblo de El Sotillo en dirección a Torrecuadrada, y que nos conduce al embalse por el lado norte. La ermita se encuentra en un lugar en el que debió de existir el poblado medieval de Aranz, de principios del siglo XII, del que no quedan restos. Fue fundado por colonos vascos, tras la Reconquista, los cuales encontraron la talla de una pequeña Virgen escondida tras unos espinos, a la que llamaron Virgen de Aranz. Aranz es un topónimo derivado del euskera aranz, que alude a «espino», por ello cabe la posibilidad de suponer que los repobladores de El Sotillo eran de origen vasco, o que su aparición fue sobre ese tipo de arbusto. Dicha toponimia la encontramos también reflejada en la patrona de la provincia de Guipúzcoa, en el País Vasco, la Virgen de Aránzazu, que fue encontrada tras unos espinos por un pastor en el término de Oñate, pasando a ser venerada con gran devoción desde su aparición. La ermita de Nuestra Señora de Aranz es, pues, un edificio de planta románica del siglo XIII, orientada a saliente, pues su cabecera se encuentra en el lado occidental. Es un edificio de una única planta, con cabecera de ábside semicircular y presbiterio recto. En la panda meridional se encuentra la portada de ingreso, cobijada bajo un pórtico cerrado por uno de sus lados; la misma techumbre de la nave se prolonga hacia el pórtico hasta descansar sobre dos gruesos pilares cilíndricos, fruto de una reforma en época posterior. La fábrica de esta pequeña ermita rural es la utilización de piedras calizas de sillar bien talladas para las esquinas, presbiterio y base del ábside. El resto de muros se realiza a base de mampostería. Al exterior se aprecia la diferencia de volúmenes entre la nave y la cabecera, siendo esta última de más altura. La cabecera se compone de un presbiterio recto con refuerzo de sillares al exterior que sirven de soporte a la bóveda del interior. En la parte inferior del muro septentrional se abre un pequeño vano aspillerado que permite el acceso de luz a la cabecera. El ábside semicircular se encuentra revocado con mampostería y cemento en su base tras su última restauración; en su parte central se abre una ventana abocinada de estética románica, cegada en la actualidad. Se aprecia su doble arquivolta con arco de medio punto y chambrana exterior, que apoyan sobre un capitel liso sobre sillarejo. Recorre toda la cabecera una cornisa con canecillos geométricos lisos, de bella factura. La portada de ingreso se cobija bajo un pórtico, y es un sencillo ejemplo de románico rural. Consta de dos arquivoltas de medio punto rematadas por una exterior a modo de chambrana moldurada. La arquivolta interior es dovelada y lisa, y la segunda algo más trabajada con decoración de doble bocel y acanalada, apoyando ambas sobre jambas lisas con capiteles de sillares toscos e irregulares. Por último, en el muro oriental se abre un tercer vano aspillerado que permite la entrada de luz. Al interior la ermita presenta una sola nave con muros de piedra enlucidos y con techumbre de madera de par y tirantes; a lo largo de toda la nave se dispone un banco corrido de piedra de su construcción original. Un arco de triunfo en piedra sillar bien labrada da paso a la cabecera. Este arco se abre en un lienzo que separa ambas partes del interior. Es un arco de medio punto doblado, muy sencillo, descansando el arco interior sobre columnas de fuste liso, rematadas con capitel foliáceo muy trabajado, en el que se aprecia la técnica del escultor en la definición de las hojas de acanto al estilo clásico. Descansan las columnas sobre basa simple con collarino y éstas, a su vez, están levantadas sobre el nivel del suelo por medio de un basamento de unos 50 cm. El arco exterior arranca directamente del muro y descansa sobre una cornisa moldurada que recorre todo el lienzo de entrada. El presbiterio se cubre con bóveda de cañón enlucida y se separa del ábside mediante un arco de medio punto ligeramente apuntado. El ábside tiene bóveda de cuarto de esfera cuyos empujes descienden hacia sendos pilares que arrancan del muro. Recorre toda la cabecera una línea de imposta moldurada de igual estética que la del arco de triunfo. El vano central del ábside se encuentra cegado por completo, lo que permite que sólo sea iluminado por la aspillera que se abre en el muro norte. A los pies de la nave, y próxima a la puerta de entrada, se encuentra la pila bautismal, uno de los más bellos ejemplos del románico rural del siglo XIII. Se encuentra en un estado de deterioro considerable en gran parte de su estructura, aunque uno de sus lados nos permite aún observar el tipo de decoración de la misma. Se trata de una pieza trabajada en piedra arenisca, decorada con arquería de medio punto que descansa sobre capitel y columnas, trabajo que se consigue con un efecto de bajorrelieve de bella factura. Motivos florales a base de pequeñas hojas rodean la parte superior de la copa por encima de los arcos; la parte inferior se decora con puntas de diamante o zigzagueados. Este tipo de decoración, tan presente en nuestro románico, podría sugerir la fuerza purificadora de las aguas, motivo por el que el artista rural decide plasmarlo en la pila bautismal. Tanto la base de la copa como el fuste original se han perdido, por lo que apoya sobre una base de piedras de sillar colocadas a tal efecto. Este tipo de decoración, horadando la piedra y provocando un efecto óptico, no es muy usual en otras pilas de la comarca, por lo que se entiende que el trabajo de los artistas que trabajaron en su realización se basó en su propia idea, simulando, tal vez, la arquería de pilas cercanas como las de El Sotillo o Las Inviernas. Las dimensiones de la copa son de 100 cm de diámetro y de 84 cm de altura con respecto al nivel del suelo. IMAGEN DE NUESTRA SEÑORA DE ARANZ Se encuentra actualmente en la iglesia parroquial de Santa Marina de El Sotillo, término municipal al que pertenece, lugar hacia donde fue llevada para su mejor conservación. Cada año, con la llegada de la primavera, la imagen de la Virgen es llevada en andas con motivo de su romería por los vecinos del pueblo hasta la ermita, a unos 5 km del municipio. Se trata de una talla de madera policromada que data del siglo XIII, con unas mínimas dimensiones, de unos 81 cm de altura, y nos muestra la figura de la Virgen sedente con Niño. A lo largo del tiempo ha ido sufriendo diversos repintes por parte de los habitantes del pueblo, ocultando, tras varias capas de la madera, su auténtico esplendor. En la actualidad se encuentra en un estado aceptable gracias a la restauración que se efectuó sobre la talla en el año 2002 con motivo de su presencia en una exposición de arte religioso en Toledo. Es, por tanto, una talla en la que aparece María sentada sobre su trono, un tipo de representación muy extendida en la Edad Media que tenía por objeto acercar la divinidad al humilde hombre del pueblo. Eran imágenes que se creaban para los altares de las pequeñas iglesias rurales, llegando a provocar una intensa devoción. La devoción mariana empieza, pues, a ser introducida en España ligada al arte románico y a través, principalmente, de los monasterios cistercienses, grandes impulsores en la recuperación del culto mariano. Existen en Guadalajara claros ejemplos de estos monasterios (Retiendas, Córcoles, Óvila, Buenafuente del Sistal) que propagaron la divinidad mariana por todo el territorio. Es en esta época cuando se empiezan a realizar las primeras tallas románicas en España, exhibiendo la figura de la Virgen con el Niño en brazos. En un primer momento se trataba de unas esculturas esculpidas en un sólo bloque de madera, ya que ambas imágenes se mostraban frontalmente y con un rostro serio y solemne. Será a finales del siglo XII y principios del XIII cuando la representación de las vírgenes evolucione a una manera más naturalista: el rostro se vuelve más humano y aparece la Virgen con el Niño sentado sobre su regazo o apoyado sobre su brazo izquierdo, otorgando a la composición una clara señal de afecto entre ambas figuras. Se representa a la Virgen como majestad con corona, conocida como la sedes sapientiae, la sede de la sabiduría. La Virgen de Aranz se nos muestra, por tanto, con este sentido maternal propio de un románico más avanzado, evitando el frontalismo con la colocación de su mano sobre la cadera del Niño, liberándose con ese gesto del hieratismo inicial. En cuanto a las vestiduras de las imágenes, la Virgen se cubre con una túnica que desciende por todo su cuerpo hasta llegar a los pies, ejecutando de manera magistral el uso de los pliegues que caen verticalmente y se ciñen a las extremidades inferiores. Para el Niño se utiliza una disposición muy clásica en la imaginería románica, la del manto a modo de toga romana. La parte frontal de la túnica de la Virgen se decora con color rojo y la inferior en azul, siendo utilizado el dorado para los bordes de la túnica y la corona, tanto de la Virgen como del Niño. Para la figura del Niño se han utilizado colores menos agresivos, ocres para la capa y un azul más claro para la parte interior de la túnica. Por otro lado, el uso de los atributos en la imaginería medieval era muy frecuente, diferenciándose unos de otros dependiendo del artista que lo ejecutara. La Virgen sostiene en su mano derecha el atributo correspondiente a una esfera o bola pintada de color dorado que simboliza la representación del mundo, una esfera que aparece en la actualidad con un orificio, hecho posteriormente para introducir algún tipo de ramo de flores o de espino por parte de los feligreses. El niño, sin embargo, simboliza el signo de la victoria con su mano derecha, levantado dos dedos hacia arriba, y en la mano izquierda sostiene un libro como símbolo de los Evangelios en su poder, por los cuales el hombre debe guiarse en su afán por buscar el buen camino. Se trata, pues, de una de las vírgenes románicas mejor conservadas que encontramos en la provincia de Guadalajara y que guarda semejanzas con otras tallas, como la de la Virgen de la Hoz, y cuya representación pretende acercar la divinidad al pueblo, creando una devoción popular que se hace patente año tras año en la celebración de romerías y liturgias religiosas en su honor.
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