Identificador
28082_01_033n
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
40º 43' 37.04" , -3º 51' 44.81"
Idioma
Autor
Ignacio Hernández García de la Barrera
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)
País
España
Edificio (Relación)
Localidad
Manzanares el Real
Municipio
Manzanares el Real
Provincia
Madrid
Comunidad
Madrid
País
España
Claves
Descripción
AL CONTEMPLAR LA PLANTA del conocido como “castillo nuevo” de Manzanares el Real llama la atención la presencia en su extremo oriental de un remate absidal, cuya disposición no deja de resultar un tanto anómala en este tipo de estructuras, resultando una extraña torre del homenaje, con recuerdos a lo que se puede ver en el Castillo de Orgaz (Toledo). Un rápido vistazo al interior del mismo explica que se trata de un elemento preexistente reutilizado, la cabecera de la conocida como ermita de Nuestra Señora de la Nava. Alejada un tanto del primitivo asentamiento del núcleo, su ubicación ganaba en altitud a aquél y le proporcionaba un singular valor estratégico al dominar visualmente gran parte del valle, aspecto éste tenido en cuenta cuando fue elegido para levantar la obra de los Mendoza que hoy se puede contemplar. La primera referencia que se tiene de este templo corresponde ya al siglo XV, cuando don Diego Hurtado de Mendoza refiere en su testamento: Ytem, mando a la Iglesia de Santa María de la Nava questa cabe en el castillo que yo fago en la my villa de Mançanares, lo que parece describir la situación del templo y la fortaleza. Con su eje un tanto desviado respecto del general del castillo, permanece en pie este elemento compuesto de tramo recto y curvo, ambos cubiertos con bóveda. Al exterior presenta un perfil semicircular, levantado en mampostería sobre una zarpa del mismo material y roca madre, que remata en lo que queda de una cornisa granítica, perteneciente ya al tipo que se repite en otras partes del monumento, marcando la altura del almenado. Se trata de este modo de un elemento recrecido en altura, como atestiguan los distintos modelos de vanos que se conservan; de ladrillo en la parte inferior y de piedra en la superior, si bien los muros en los que se sitúan no permiten aventurar la posible altura original. En la parte interior, esta estructura eclesial se funde con los añadidos de carácter civil, si bien el encuentro resulta algo forzado al no compartir el mismo eje. Embutido en la obra posterior pensada para facilitar su estabilidad, se conserva el arco triunfal, de buena luz, apuntado y levantado en tres roscas de ladrillo; debía de resultar de gran amplitud y parecer algo chaparro, dada la relación entre su luz y su flecha. Las bóvedas mencionadas que cubren tanto el presbiterio como el hemiciclo, son de ladrillo, ligeramente apuntada y dividida por un fajón la del tramo recto, mientras que el ábside se cubre con cuarto de esfera, tras anotar la presencia de un nuevo fajón, que como el anterior repite la composición del arco triunfal. Los cuerpos inferiores por otra parte se levantan en mampostería y se organizan por una imposta a la que se dio perfil de nacela a base de mortero. En cuanto a los vanos, en el interior aparecen los dos vistos al exterior del tambor perfilados con ladrillo, aquí con derrame; en el tramo recto meridional se abrió uno más, si bien éste parece posterior. Debajo de él se sitúan dos credencias formadas por una pareja de arquitos geminados de ladrillo, con perfil de medio punto. Trasdosando las bóvedas, en el cuerpo recrecido, se sitúa un espacio hueco al que se accede por el adarve, cuya función y origen no dejan de ser una incógnita abierta a distintas hipótesis. La relación de este espacio con el castillo y la localidad no resulta fácil de adivinar; en primer lugar, la coincidencia cronológica entre el primer impulso de la actual parroquia -en cuyo jardín se conservan las que se consideran estelas alto medievales-, y la construcción de la fortaleza, quizá señale una sustitución del espacio litúrgico del asentamiento. Señala Lampérez que en origen la advocación era la misma y que ello puede deberse a que “al desaparecer el culto público de ésta [la del castillo] y trasladarse a la de la Villa, heredó [la advocación] acaso con la imagen de la Virgen titular”. Cooper comparte la idea de dos empujes constructivos; en el primero, y contando con los escombros traídos tanto del castillo viejo como del templo aquí levantado, se configuró el perfil general de la fortaleza, repitiendo el esquema de recinto cuadrado con torres en los ángulos que había tenido el primitivo castillo de la localidad. En el segundo momento, y tras decidir conservar el ábside que en principio se iba a derribar -propone este autor que quizá no se hubiese obtenido licencia episcopal para ello-, se erige el perfil general tal y como se conoce, dejando muestra del cambio de plan en el espacio que separaba los dos impulsos. Sigue sin embargo despertando este espacio dudas y controversias; Lampérez lo describe refiriéndose a “una rara arquería en el ya raro cuerpo terminado absidalmente”. En cualquier caso, parece evidente el interés por su conservación y aún más de la pervivencia como lugar de culto, siendo necesario recordar su falta de acceso desde la nueva construcción en que quedó incluido, aspecto que realmente resulta chocante y que quizá esté hablando de alguna servidumbre hacia este elemento levantado en la segunda mitad del siglo XIII. El castillo, restaurado a lo largo del siglo XX principalmente por Lampérez y González Valcárcel, permanece abierto actualmente, gestionado por la Comunidad de Madrid.