Identificador
50151_02_106n
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
42º 16' 12,41'' , -0º 52' 21,32''
Idioma
Autor
Jorge Arruga Sahún
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)
País
España
Edificio (Relación)
Localidad
Lacasta
Municipio
Luna
Provincia
Zaragoza
Comunidad
Aragón
País
España
Claves
Descripción
La iglesia es una pequeña construcción emplazada en una estribación montañosa en la zona más elevada de la población, a la que se accede por una empinada cuesta y tras pasar por varios solares en los que antaño hubo viviendas. No ha sufrido modificaciones de importancia desde la Edad Media, más allá de la policromía en zonas como la de la línea de impostas a la altura del arranque de los arcos, decoración que algunos investigadores datan ya en el siglo XVI. El esquema que sigue es el propio de la gran mayoría de los templos románicos de la zona, a base de una planta de nave única rectangular dividida en tres tramos desiguales y rematada en ábside semicircular. Las medidas totales son de 16 m de longitud por 6 m de anchura en la zona de la nave. Está alzada con aparejo de tamaño mediano bien trabajado, como es habitual en las iglesias de Cinco Villas. La cubierta de la nave está resuelta a base de bóveda de cañón ligeramente apuntado sobre sencilla moldura biselada. La soportan arcos fajones que modulan el espacio interior. La del ábside consiste en la habitual bóveda de horno apuntada. Un elemento que no hemos encontrado en otros templos románicos cincovilleses es el arbotante erigido en la zona de la cabecera. Se trata de un elemento de apoyo que cumple una doble función, si bien no es muy común y en este caso aprovecha la diferencia de cotas entre el terreno y el recorrido absidal para reforzar, por un lado, la estructura y, por otro, para favorecer el acceso a la zona de la cubierta del edificio y del campanario. La iluminación interior se confía a una ventana abierta en el semicilindro absidal (a media altura, por debajo de la línea de imposta), una segunda dispuesta en el tramo oriental de la nave y una tercera emplazada a los pies, sobre la portada. Todas ofrecen vano estrecho aspillerado por el exterior, terminado en medio punto, y abocinamiento interior de escasa apertura. Los muros terminan por el exterior en una sencilla cornisa biselada que descansa en canecillos lisos. Posee dos portadas románicas. La emplazada en el muro meridional, que en la actualidad se encuentra tapiada, se abre entre dos contrafuertes que apenas sobresalen del muro. Consta de un sencillo arco de medio punto. La de mayores dimensiones dota de acceso al templo desde la zona de los pies. Esta última es, en la actualidad, el único punto de entrada al recinto. Se halla compuesta por tres arquivoltas lisas integradas en el grosor del muro, sin resalte. El arco interior descansa directamente en los montantes, mientras que los dos exteriores apoyan en columnas con sus correspondientes basas (de molduración esbelta y fusionada), fustes lisos (falta el de la interior septentrional) y capiteles decorados. Como motivo ornamental repiten palmas enmarcadas en grandes hojas unidas por combados de doble incisión, que se vuelven en los ángulos superiores en frutos granulosos colgantes, a manera de racimos. Los cimacios lisos completan unas fórmulas sencillas y efectistas. La esquematización vegetal no resulta formalmente lejana de la empleada en otras portadas de la comarca, especialmente la de la ermita de Cheulas en El Frago, distante unos 20 km de allí, tal y como ya señaló Francisco Abbad Ríos. El capitel de Cheulas, más parecido a los de Lacasta, supone un paso más en la evolución de estos motivos ornamentales, por lo que hemos de considerarlo algo más tardío. La portada remata en un breve alero apenas volado que se halla soportado por canetes esculpidos en piedra, por encima del cual se abre el citado vano en arco de medio punto. El cuerpo de campanas, reducido a sencilla espadaña con cobertizo trasero añadido, se eleva sobre el tramo oriental de la nave, lo que relaciona este templo con el grupo de iglesias que acentúan el volumen inmediato a la cabecera, encabezado en el románico aragonés por el magnífico templo de Loarre. Aun siendo un edificio sencillo, el apuntamiento de los arcos y, muy especialmente, el escueto repertorio ornamental de capiteles y molduras evidencian que estamos ante una creación del románico tardío. En efecto, el patrón de grandes hojas unidas por combados se corresponde con uno de los esquemas más frecuentes en los grandes templos tardorrománicos hispanos; de igual modo, el perfil de las basas, de curvas suaves y gran esbeltez, y el modo como los capiteles están tallados en las mismas piezas pétreas que sin solución de continuidad se integran en el despiece de las hiladas, son rasgos característicos de las obras realizadas en los reinos cristianos peninsulares a partir del tercer tercio del siglo XII (las primeras manifestaciones se datan en edificios singulares de la década de 1150, y su difusión en iglesias rurales como la que nos ocupa tuvo lugar en años posteriores). En consecuencia, la cronología del edificio ha de situarse en el entorno de 1200. Como elementos de arte mueble, dentro del templo tan sólo podemos señalar la presencia de una pareja de aras de altar talladas en piedra, así como una pila bautismal de notables dimensiones ejecutada en idéntico material, con ornamentación sencilla pero efectista, conseguida mediante el lobulado múltiple o angrelado del reborde interior de la taza monolítica, combinado con un bocel continuo en el reborde externo, que pudo haberse realizado muy probablemente ya en el siglo XIII, una vez concluida la iglesia. A los pies existió un coro alto ya casi completamente desvencijado.