Identificador
              19008_01_037n
          Tipo
          
      Formato
              
          Fecha
              Cobertura
              41º 13' 28.14'' , - 3º 2' 50.26''
          Idioma
              
          Autor
          Pedro Luis Huerta Huerta
              Colaboradores
          Sin información
              Edificio Procedencia (Fuente)
              País
              España
          Edificio (Relación)
              Localidad
              Albendiego
          Municipio
              Albendiego
          Provincia
          Guadalajara
              Comunidad
              Castilla-La Mancha
          País
              España
          Claves
          Descripción
              EXISTE UNA TRADICIÓN que atribuye, con poco fundamento,  un origen templario a la iglesia de Santa  Coloma y, por ende, a alguno de los bienes que tenía  agregados, como es la ermita del Santo Alto Rey. La noticia,  sin apoyo documental alguno que la avale, parte al  parecer de Pascual Madoz que en 1845 escribía lo siguiente:  Se cree que esta abadía se fundó con las haciendas que  poseían los templarios de aquel territorio y consisten en la  misma iglesia de Santa Coloma, parroquia en el día, un  castillo inmediato a ella con casa y huerta, la ermita titulada  del Santo Alto Rey, que está situada en lo más alto de la  gran sierra que lleva de nombre al sur de la población, otro  castillo arruinado contiguo a la misma y toda la tierra de  llano y monte que media entre ambas alturas. El mismo  autor volvió a insistir sobre el tema en 1881: los bienes  que poseían los templarios en aquel territorio, que consistían  en la misma iglesia, un castillo inmediato a ella, una  casa y huerta, la ermita del Santo Alto Rey, que está en el  monte de su nombre y toda la tierra que mediaba entre  dicho sitio y la parroquia. Minguella recogió la antigua tradición para rebatirla,  por lo menos en lo que a la iglesia de Santa Coloma concierne:  La verdad es que en ningún documento de nuestro  Archivo hallamos mención directa ni indirecta de los Templarios,  y que antes de su extinción (1311) Albendiego era  del Abad de Santa Coloma. En realidad, el asunto de esta hipotética dependencia  de la milicia del Temple ya quedó aclarado a comienzos  del siglo XIV, en pleno debate sobre la disolución de la  orden. En 1310 el obispo de Sigüenza recibió una carta de  los seis prelados comisionados por el Papa recabando su  colaboración para conocer el inventario de bienes templarios  en su diócesis, a lo que respondió el prelado que allí  no existían posesiones que hubieran pertenecido a dichos  caballeros.  Descartada por tanto la presencia templaria en Albengiego  nos centraremos en los datos históricos confirmados  por la documentación. Sabemos que el templo debió de  formar parte de un monasterio regido por una comunidad  que seguía la regla de San Agustín. En un documento  fechado el 21 de abril de 1197, que recoge Minguella, se  exime de pagar ciertos impuestos a un monasterio de Sancte  Columbe en la vecina villa de Albendiego. En el mismo  escrito el obispo seguntino, don Rodrigo, entregó a dicha  comunidad veinte yugadas de tierra y treinta aranzadas de  viña en el lugar. A finales del siglo XIII se constituyó el cargo de Abad  de Santa Coloma en el Cabildo de Sigüenza, convirtiéndose  en una dignidad puramente honorífica, sin una comunidad  detrás. En sus manos recaían las rentas de Albendiego,  Somolinos y de varios pueblos cercanos, así como las  limosnas efectuadas a la ermita del Santo Alto Rey, por  cuyo mantenimiento debía velar. Dicha plaza de Abad de  Santa Coloma subsistió hasta el Concordato de 1851.  Otro dato histórico pendiente de aclaración es su  posible vinculación a la orden de San Juan de Jerusalén.  Algunos autores han querido ver en los dibujos de las celosías  que cierran las ventanas de la cabecera distintivos de  dicha orden, en concreto la cruz patada o de ocho puntas.  Esta orden tenía casa en Almazán y estableció también un  oratorio en Atienza, pero no hay constancia documental  que demuestre su presencia en Albendiego. Llama la atención,  no obstante, la existencia entre los papeles pertenecientes  al archivo de Santa Colomba de una carta del siglo  XVIII dirigida al prior del Hospital, a propósito de unas propiedades  en el entorno de Almazán. Además, algunos  libros de fábrica del siglo XVII conservan marcas de agua  con la mencionada cruz de ocho puntas que identifica a la  orden. Pese a estas dudas, lo cierto es que el templo tuvo  una función parroquial, como se desprende de la existencia  de los mencionados libros de fábrica y de la pila bautismal  que en su día tuvo.  De la primitiva fábrica románica sólo se conserva la  cabecera, siendo el resto producto de una campaña muy  posterior (finales del siglo XV). Consta de tres capillas, la  central con tramo presbiterial y hemiciclo y las laterales  rematadas en testeros rectos. El ábside central se articula  en tres paños por medio de dos haces de tres columnas que  se interrumpen en la parte superior, evidenciando una interrupción  de las obras y un cambio de proyecto. Otros dos  haces idénticos marcan la transición hacia las capillas laterales.  En cada paño se abre un esbelto ventanal formado  por triples arquivoltas de bocel y nacela que apoyan sobre  columnillas de capiteles vegetales con hojas alveoladas  rematadas en bolas. Los huecos se cierran por medio de  grandes celosías pétreas en las que se dibujan variados  motivos geométricos a base de lazos, estrellas y cruces  patadas. Esta decoración, que dota al templo de un exotismo especial, ha sido puesta en relación por algunos con la  participación de mano de obra mudéjar, mientras que otros  han incidido más en una posible influencia oriental. Sea  como fuere, el paralelo más cercano quizás haya que buscarlo  en la celosía que decora el vano oriental de la capilla  de San Galindo de Campisábalos y tal vez en la que tuvo  en el muro occidental, hoy destruida. La decoración del  ábside central se completa con unos canecillos lisos y con  una imposta de nacela que recorre cada paño a la altura del  alféizar de las ventanas, sólo interrumpida por los haces de  columnas. Las capillas laterales presentan igualmente unos ventanales  cuya estructura y ornamentación remiten de nuevo  al mencionado exotismo que destilan las celosías de la  capilla mayor. Se abren en los testeros y en el muro sur, en  el caso de la capilla de la Epístola. Su diseño es muy parecido,  con un gran óculo de varias roscas cerrado por una  celosía calada con perforaciones circulares, a veces albergando  en el centro una cruz patada. Enmarcando al óculo  se dispone un arco geminado de bocel y media caña soportado  en los laterales por una columna rematada en capiteles  vegetales de crochets. Presentan la singularidad de sustituir  la columnilla central por un cilindro pinjante a modo  de clave decorado en sus caras laterales con la estrella de  David y otros motivos de lacería.  La interrupción de las obras privó a los muros románicos  de las capillas de sus correspondientes cornisas y  canecillos, sustituidos por un vulgar alero. En el muro  occidental de la capilla del Evangelio todavía se percibe,  aunque cegado, el arco sobre columnas que debía comunicar  con la primitiva nave lateral y que probablemente  nunca se llegó a construir. El proyecto original del templo incluía seguramente  tres naves, pero por circunstancias que desconocemos o no  se llegaron a construir o fueron desmanteladas durante la  reforma de finales del siglo XV. Precisamente a estos  momentos corresponde la nave con su espadaña, el remate  de la capilla mayor y el cierre occidental de las capillas  laterales. La nave presenta muros de mampostería rematados  con cornisa de nacela y canecillos lisos, tal vez aprovechados  de la primitiva fábrica. La portada tardogótica  que se abre en el muro sur corresponde también a esos  momentos. Otra portada se abría en el muro de los pies,  bajo la espadaña, pero fue inutilizada al construirse una  dependencia que hacía las veces de baptisterio, ya en el  siglo XVII.  En el interior, se accede a la capilla mayor por medio  de un arco triunfal de medio punto que apoya sobre dos  columnas provistas de capiteles vegetales muy esquemáticos  y toscos de factura. A estas columnas se adosan otras  más finas que debieron de estar destinadas a soportar el  peso de unos nervios de crucería que nunca llegaron a  construirse. De hecho el presbiterio se cubre actualmente  con una bóveda más moderna decorada con yeserías  barrocas. También parecen de factura moderna las ménsulas  que recogen el peso del arco que divide en dos tramos  la citada bóveda. En los muros del presbiterio se disponen arcos que  albergan en su interior unos ventanales similares a los vistos  en el exterior de los ábsides laterales y que comunican  con éstos. Se componen de un vano rectangular que alberga  un óculo con bella celosía de lacería enmarcado. En la  parte superior se coloca de nuevo un rollo o cilindro con  decoración geométrica en los laterales.    Al hemiciclo absidal se accede por medio de otro arco  de medio punto soportado por dos gruesas columnas a las  que se adosan otras más delgadas a los lados destinadas en  origen a soportar el peso de una bóveda de crucería, como  ya vimos en el arco triunfal. El testero se organiza de  manera similar a lo visto en el exterior, con dos esbeltas  columnas que lo dividen en tres paños, en cada uno de los  cuales se abre un ventanal de idéntico esquema que el ya  descrito en el exterior. Se cubre este espacio con bóveda  de cuarto de esfera reforzada por cuatro nervios que convergen  en la clave central del arco toral, aunque el revoque  de yeso actual casi impide apreciarlo. Este tipo de cubrición  delata una cronología tardía, muy próxima al horizonte  de 1200.  A continuación, hay que mencionar las dos capillas  rectangulares dispuestas a ambos lados de la capilla central  a las que se accede por sendos arcos apuntados abiertos en  el presbiterio. Ambas se cubren con bóveda de cañón  apuntado que arrancan de una imposta decorada con  bocel. Estás bóvedas se dividen en tres tramos por medio  de arcos fajones soportados por columnas (las más occidentales  casi tapadas por el cierre más moderno) y dos  capiteles pinjantes. La decoración de todas las cestas es de  tipo vegetal, con distintos tipos de hojas de exquisita factura,  destacando las rematadas en racimos de frutos y crochets.  La capilla de la Epístola conserva todavía un banco  corrido decorado con bocel, mientras que en la del Evangelio  ha desaparecido, tal vez por la elevación del pavimento.  En esta última hay restos de pintura con algunas  cruces inscritas en círculos y una inscripción ilegible del  siglo XVI. Las muestras del primitivo mobiliario románico se  reducen a las tres mesas de altar conservadas in situ. Son  piezas de perfiles biselados en los lados menores y con  bocel en el borde más largo.  Por último, hay que señalar que en la iglesia parroquial  de Albendiego se conservan algunas piezas que fueron  trasladadas desde la iglesia de Santa Coloma. Se trata  de la pila bautismal y de dos imágenes de la santa titular.  La pila (100 x 100 cm) es un ejemplar tardorrománico,  muy popular, formado por un basamento circular sobre el  que apoya un pie moldurado que sustenta la copa. Ésta se  decora con bocel en el borde, una cenefa de semicírculos  planos y gallones. Guarda gran parecido con algunos  ejemplares sorianos de principios del siglo XIII, especialmente  con la pila de Quintanas Rubias. En cuanto a las  tallas de Santa Coloma, hay que decir que la más antigua  es del siglo XIV y está realizada en madera policromada,  mientras que la otra, elaborada en alabastro, parece obra  de finales del siglo XV o principios del XVI.
           
        
    