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Fachada occidental de Sant Vicenç de Besalú

Identificador
17019_01_030
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
42.1994095,2.6961877
Idioma
Autor
Carles Sánchez Márquez
Colaboradores
Sin información
Edificio (Relación)

Sant Vicenç de Besalú

Localidad
Besalú
Municipio
Besalú
Provincia
Girona
Comunidad
Cataluña
País
España
Ubicación

Sant Vicenç de Besalú

Descripción

Iglesia de Sant Vicenç

 

La iglesia de Sant Vicenç se encuentra ubicada en el centro de la villa, en un pequeño llano bajo la colina donde se asentaba el castillo de Besalú, el castrum bisuldunense, documentado desde el siglo x.

 

Las primeras noticias documentales que hacen referencia al templo se encuentran en un documento fechado en el 977, por el cual el conde de Besalú Miró Bonfill donaba la iglesia de Sant Vicenç, con su altar de san Rafael, a la canónica de Sant Genís y Sant Miquel con el fin de que en esta última pudiera establecerse una comunidad de canónicos regulares: Ego Miro, ejus nutu Comes atque Episcopus trado Ecclesiam Sancti Vicentii quae sita est in suburbio bisulduni…Et tali quippe conditione trado hanc Ecclesiam Sancti Vincentii cum altari Sancti Raphaëlis cum alodiis suis ad domum Sancti Genesii seu Sancti Michäelis sitam infra muros castri Bisulduni…

 

No en vano, aunque se tiene conocimiento de la iglesia desde el año 977, A. Noguera Massa ha sugerido la existencia de un oratorium visigodo precedente al templo del siglo xi bajo la advocación de San Vicente. A falta de testimonios documentales que confirmen dicha hipótesis, la donación del conde Miró se postula como la mención más antigua a la iglesia bisuldunense. En este sentido, es preciso recordar que en el año 998 el papa Gregorio IV confirmaba la citada donación de Sant Vicenç de Besalú a la iglesia de Sant Genís y Sant Miquel, que fue reafirmada tan sólo un año más tarde (999) por el conde Bernat Tallaferro: dono vel concedo simulque trado jam fata domo Sancti Genesii Sancti Mihaelis Ecclesiam parrochialem nuncupatam Sancti Vicentii […]. El documento es significativo en tanto que se mencionan, además, los cuatro altares que se hallaban en el interior de la iglesia, dedicados a san Rafael, san Julián, san Benito y san Ciro.

 

La iglesia de Sant Vicenç, parroquia de la villa desde sus orígenes, vuelve a ser citada en el año 1018. Se trata de un documento hallado en el Archivo Municipal de Besalú, según el cual el conde Bernat Tallaferro imponía la construcción de un peaje destinado a aquellos trajinantes que circularan en la ruta de Figueres a Olot durante los días festivos. El impuesto, administrado por la Universidad de Besalú, debía invertirse en la obra de la iglesia de Sant Vicenç. Tal y como ha indicado J. M. Salrach, no debemos entender la palabra “obra” como una donación expresa ad opera sino como una inversión para el mantenimiento de la iglesia.

 

El silencio documental que caracteriza las décadas siguientes se rompe en el año 1158, momento en que el papa Adrián IV vuelve a confirmar la posesión de diversas iglesias por parte de la canónica de Santa Maria, entre ellas la de Sant Vicenç de Besalú. No obstante, al margen de estas menciones puntuales al templo, en los registros medievales de la primera mitad del siglo xii no hallamos ninguna referencia explícita a la construcción de la nueva iglesia. Debemos esperar al último cuarto de la centuria para topar con dos donaciones ad opera. No podemos pasar por alto el carácter ambivalente del término, que podría referirse a la institución pero también a la construcción del templo. La primera de ellas, del 1 de septiembre de 1172, aparece en el testamento de Berenguer de Guixà: Dimitto etiam operi sancti Martini x solidos et operi sancti Vincentii v solidos et operi sancti Petri bisulluni x solidos. La segunda donación a la obra de Sant Vicenç consta en el testamento de Brunera d’Alguals, del 20 de mayo de 1199: et dimito ei mansu meum de Arisde et c solidos barcinonenses de quibus c solidos dimito ecclesie Sancti Vincentii de bisulduno x solidos, v ad opera et v ad poberos. Aunque la documentación conservada nada dice sobre la fecha de consagración del edificio, la tipología arquitectónica y las filiaciones formales de la escultura nos ayudan a afinar la cronología del conjunto en el los últimos decenios de la duodécima centuria, momento que coincide con las citadas donaciones.

 

Durante el siglo xiii las noticias sobre la iglesia son bastante frecuentes. Entre ellas destaca la de 1243, cuando se menciona por vez primera la existencia de cofradías (del Corpus Christi, de Sant Lluc y de Sant Llorenç), y la de 1298, cuando Pere Gaufred dispuso en su testamento que su cuerpo fuera sepultado en la parroquia de Sant Vicenç. 

 

A lo largo de los siglos xiv y xv la advocación de los altares crece y se contabilizan hasta once: san Vicente (altar mayor), santa María, san Juan, san Rafael, san Antonio, san Juan, san Lucas, san Lorenzo, santa Cecilia, Corpus Christi y san Esteban. Entre ellos, el altar mayor dedicado a san Vicente mártir era el que ostentaba mayores rendas y beneficios. En el registro izquierdo del altar, a unos dos metros de altura, yace el sepulcro de alabastro de Pere Rovira, fallecido en el año 1417. Según las fuentes de la época, en el año 1391 Pere Rovira, doctor en leyes, transportó las reliquias del mártir san Vicente desde el monasterio de Sant Sadurní de Tavèrnoles. En este sentido, conviene recordar que la identificación de dichas reliquias ha sido motivo de debate por parte de la historiografía. Así, mientras Solà-Morales considera que las reliquias pertenecen a san Vicente de Huesca, martirizado en Valencia en el año 304, Ramón Grabolosa se decanta por san Vicente de Cotlliure. Entre las recientes aportaciones sobre la cuestión cabe mencionar el estudio de Joan Valero, que introduce otras dos identidades: san Vicente de León (554) y el obispo Vicente de Bevagna (303). En cualquier caso, no cabe duda de que la llegada de las reliquias a Besalú supuso un importante logro para la parroquia de Sant Vicenç. Prueba de ello es un documento del 1391, en el que obispo de Girona Arnau d’Anglesola autorizaba la veneración de las reliquias y ordenaba que éstas fueran colocadas en un relicario u otro lugar decente: porteritis intus dictam bestram ecclesiam admittatis locoque et urna seu mausoleu decentibus collocetis servatis per vos ad hec solemnitatibus opportunis. Afortunadamente, en la sacristía de Sant Pere de Besalú todavía se custodia el busto-relicario de plata donde fueron conservadas las reliquias del santo-mártir. No era ésta la única reliquia venerada en la parroquial. En el siglo xix se trasladó a la iglesia la reliquia de la Vera Cruz, que según la tradición había sido traída desde Roma por el conde Bernat Tallaferro y entregada por su hijo a la canónica de Sant Genís y Sant Miquel. Tras el robo de la pieza acaecido en el año 1899, Francesc Cambó hizo donación de un nuevo relicario con el lignum crucis en el año 1923.

 

Durante la Guerra Civil (1936-39) el templo fue incendiado. Aunque el edificio no sufrió daños estructurales, parte del mobiliario y de los objetos artísticos del interior fueron destruidos, quedando los capiteles primitivos totalmente calcinados. Tras el conflicto bélico, la Dirección General de Bellas Artes llevó a cabo la rehabilitación de la parroquia. El proyecto, dirigido por el arquitecto Alexandre Ferrant, comportó el aislamiento del entorno del edificio, con el objetivo de mejorar la contemplación del templo. En el 1959 se inició una nueva campaña destinada al revestimiento interior del muro del ábside central, y tres años más tarde, se restauró el gran ventanal de la fachada occidental. Entre las intervenciones más recientes cabe destacar la restauración del campanario (2001) y las obras de consolidación de la puerta de Sant Rafael (2006), ambas realizadas por el Servei de Monuments de la Diputació de Girona.

 

La iglesia parroquial de Sant Vicenç de Besalú presenta una planta basilical de tres naves, transepto poco marcado en planta y cabecera tripartita. Esta tipología planimétrica se inscribe en un grupo de edificios de la zona inmediata de Besalú (Sant Sepulcre de Palera, Sant Pere de Besalú, Sant Feliu de Beuda) realizados en un período comprendido entre finales del siglo xi y la segunda mitad del xii.

 

Aunque desde un punto de vista compositivo el edificio presenta diversos cambios y adaptaciones, conservamos importantes elementos para trazar su fisonomía original. En el interior, todo el conjunto destila gran armonía y equilibrio de volúmenes. Si atendemos al análisis de las estructuras, hallamos la habitual jerarquía de espacios entre la nave central, más ancha, y las laterales. La nave central soporta una airosa bóveda de cañón ligeramente apuntada, mientras que las laterales se cubren mediante sendas bóvedas de cuarto de esfera. Todas ellas descansan sobre pilares macizos de planta rectangular que dan pie a los tres arcos de descarga que separan las naves. Un arco toral en el tramo final de las laterales marca el punto de encuentro con el transepto, cuya presencia es evidenciada por los dos arcos que enmarcan el presbiterio. Conviene señalar que la construcción de la capilla del Corpus Christi en el siglo xiv supuso la ampliación del brazo norte del transepto 4 metros. Parece que los trabajos ya se habrían iniciado en el año 1350, cuando el vicario general autorizó la cofradía a recaudar fondos para la construcción de la obra. La segunda gran modificación en planta se realizó para construir la capilla de la Vera Cruz, encajada entre el segundo y el tercero tramo de muro de la nave lateral norte.

 

El ábside central está enmarcado por dos arcos en gradación, hasta los cuales llega la línea de imposta que recorre el perímetro mural de la nave central. Bajo la imposta, se articula un vano de medio punto decorado con elementos vegetales y geométricos. Es obligado destacar la lápida de alabastro de Pere Rovira, encastada en la pared izquierda del presbiterio. Se compone de una estatua yacente rodeada de una cenefa con una multitud de personajes que lloran al difunto bajo una estructura trilobulada. En el registro inferior se conserva parte de un epitafio, hoy que ilegible, que Solà Morales transcribió de la siguiente manera:

 

hic iacet honorabilis petrus de rovi

ra legum doctor qui transulit corpus beati

vincencii martiris monasterio ( sancti)

saturnini de tavernolis. et suo tractatit ( f.tractavit)

honorifice in presenti ecclesie recondidit qui obiit

petrus de rovira vii marcii anno domini mccccxiii

 

En cuanto a las dos absidiolas del transepto, éstas se cubren mediante bóveda de cuarto de esfera. Del mismo modo, en el centro se articula una sencilla ventana de arco de medio punto carente de decoración. En el exterior, las absidiolas tan solo tienen una cornisa lisa, mientras que el ábside central presenta una cornisa con dientes de sierra que descansa sobre una serie de arcos ciegos sostenidos por ménsulas decoradas con elementos vegetales y cabezas humanas.

 

La iglesia de Sant Vicenç de Besalú se caracteriza por su profusión escultórica, patente no tan sólo en sus dos portadas sino también en la decoración de su interior, donde destaca la abundante ornamentación de sus vanos. Sin duda, uno de los elementos más relevantes es el rosetón situado en la parte superior del ábside principal. Éste se articula mediante cuatro arcos decorados con motivos ornamentales a base de anillas, bolas y elementos helicoidales. En el exterior, el rosetón se articula entorno a un pequeño óculo central del que nacen seis columnas con capiteles carentes de decoración. Al margen de esta pieza, es preciso subrayar la ventana del brazo sur del transepto, fundamentalmente decorada con capiteles que presentan visibles signos de decoración, con hojas dispuestas en los ángulos.

 

Si bien los elementos escultóricos del interior no son sumamente destacables, la escultura del exterior resulta interesante y mantiene puntos de contacto con los principales focos escultóricos de la segunda mitad del siglo xii. En efecto, el exterior del templo presenta elementos escultóricos de su importancia. Me refiero a las ménsulas esculpidas de la cornisa de la nave principal, que presentan elementos vegetales, cabezas antropomórficas y zoomórficas, así como a los testimonios de fachada occidental. En ésta se abre uno de los dos accesos del templo; la portada occidental se dispone a partir de dos arquivoltas que apean sobre dos columnas con sus respectivos capiteles. El tímpano presenta una decoración pictórica presidida por el Descendimiento de la Cruz con las tres Marías, achacable a una intervención posterior en época moderna. No en vano, estaremos de acuerdo en afirmar que el interés iconográfico de la portada se centra en los capiteles esculpidos. Los externos presentan una sencilla decoración a base de hojas, de las que surgen dos tijas que culminan en dos palmetas invertidas, mientras que los internos muestran de nuevo una ornamentación vegetal con una cabeza humana en medio de las tijas. Como denominador común, hallamos una sucesión de dados con motivos vegetales y geométricos. Los citados capiteles presentan reveladores puntos de contacto, tanto de factura como de repertorio iconográfico, con sendos capiteles procedentes de la ventana ojival que se yergue sobre el mismo portal, custodiados en el Museu d’Art de Girona tras ser restaurados por Frederic Marès. Éstos, presentan un esquema decorativo muy similar con ornamentación vegetal desplegada en los ángulos y una cabeza antropomórfica en la parte central.

 

En cuanto a la adscripción estilística de la escultura de la fachada occidental, la historiografía se ha inclinado por diversas filiaciones en un marco geográfico próximo. Así, J. Camps destacó las relaciones de los capiteles procedentes del ventanal con los motivos de algunos capiteles de Sant Pere de Galligants. Por otro lado, E. Junyent, J. Camps y más recientemente L. Bartolomé pusieron el acento en la influencia que la canónica de Santa Maria de Besalú dejó en la escultura gestada en Besalú en el último cuarto del siglo xii. En relación a esta cuestión, se ha sugerido la existencia de determinadas similitudes entre la estructura del portal occidental y la puerta lateral de Santa Maria de Besalú, hoy conservada en el Conventet de Pedralbes.

 

Sin duda, la portada de Sant Rafael, abierta en el brazo sur del transepto, es por su valor iconográfico y la riqueza escultórica de sus elementos la obra que ha suscitado mayor interés el conjunto de la fábrica de Sant Vicenç. Consta de dos columnas con capiteles a cada lado de las jambas y dos arquivoltas que enmarcan un tímpano liso. La exterior, presenta un motivo helicoidal bajo el cual se yuxtaponen una serie de hojas de acanto. Esta tipología compositiva, canónica, con arquivoltas de sección cilíndrica que enmarcan un tímpano liso, aparece de forma recurrente en edificios emplazados en el área geográfica del antiguo condado de Besalú, como Sant Cristòfol de Beget y Sant Esteve de Llanars. Por otro lado, la arquivolta interior está formada por un conjunto de roleos vegetales encadenados que desembocan en dos figuras leoninas rampantes.

 

Bajo el cimacio de decoración vegetal, discurren ocho capiteles con motivos vegetales y zoomórficos. En el capitel exterior del lado izquierdo, distinguimos dos parejas de figuras con rasgos zoomórficos identificados con leones, aunque por la caracterización de sus rostros, provistos de pico, se asemejan más bien a grifos enfrentados. Este motivo aparece en algunos conjuntos roselloneses, haciendo acto de presencia en sendas portadas de Sant Jaume de Vilafranca del Conflent o en un capitel de la galería porticada de Serrabona. El capitel contiguo presenta  una decoración vegetal articulada a partir de una tija helicoidal flanqueada por motivos florales.

 

En el capitel interior del lado derecho apreciamos un doble cuerpo de caballo alado con cabeza única en los ángulos cuyas alas son devoradas por un ser monstruoso que mantiene la boca abierta. Entre los modelos iconográficos más próximos, cabe destacar la representación del mismo tema que se exhibe en capitel de la portada de Santa Maria de Ripoll, una ilustración literal del capitel de Sant Vicenç. La serie finaliza con una escena presidida por dos parejas de cuadrúpedos (esfinges) con cabeza humana, cuyas alas son devoradas por unas cabezas monstruosas situadas en los ángulos. Se trata de un tema habitual en el repertorio de algunos conjuntos relacionados con la escuela de Ripoll. Así, hallamos una réplica de este tema en un capitel de la panda este del claustro de Ripoll, en un capitel del claustro románico de Sant Joan de les Abadesses y en el claustro de Santa Maria de Lluçà.

 

Tradicionalmente, la escultura del portal meridional de Sant Vicenç de Besalú ha sido relacionada con los talleres de Santa Maria de Ripoll, que trabajan en la decoración de la portada monumental y el claustro de la abadía a partir de mediados del siglo xii. Así, inicialmente, J. Puig i Cadafalch no dudó en atribuir el portal de Sant Vicenç al obrador de Ripoll. Siguiendo esta orientación, J. Gudiol y J. A. Gaya Nuño concretaron las analogías entre los capiteles de ambas portadas, afirmando que la portada lateral de San Vicente repite con sorprendente similitud los temas de la gran portada ripollense. Posteriormente, X. Barral observó las relaciones con Ripoll e incluyó el portal de Sant Rafael en el conjunto de obras situadas en el marco de difusión de los talleres ripolleses, entre las que también se incluye la portada de Santa Eugenia de Berga y los claustros de Lluçà y Sant Joan de les Abadesses. Por otro lado, según J. Camps, algunas de las constantes de la puerta como el uso del trépano y el motivo de los grifos enfrentados sitúan el conjunto en el área de influencia de la llamada escuela rosellonesa, cuyo origen se sitúa tradicionalmente en las obras del claustro de Sant Miquel de Cuixà, erigido presumiblemente por el abad Gregori a partir del tercer mileno del siglo xii, y la construcción de la tribuna de Serrabona. Aun aceptando la innegable conexión con la portada y el claustro de Ripoll, el autor pone el acento en la parentela con los sistemas de representación de la escultura rosellonesa coetánea. Ciertamente, la iconografía y el estilo de la escultura de Sant Vicenç son muy afines a los de las obras de la escuela rosellonesa, como Santa Maria de Cornellà de Conflent o Santa Maria de Brullà. La parentela es especialmente palpable en léxico arquitectónico (basta observar las afinidades estructurales de sus portadas), así como en el repertorio iconográfico y decorativo.

 

La última filiación que se ha sugerido para la portada es una parte de la escultura de Sant Pere de Besalú; me refiero concretamente al ventanal del muro occidental, en el que se detecta la repetición de recursos compositivos y temas iconográficos, como los dos leones que enmarcan la ventana superior.

 

Para finalizar la descripción del templo, es preciso recordar la presencia de un vano superior que se yergue en el brazo septentrional del transepto. Se trata de un arco de medio punto con dos arquivoltas que descansan sobre una columna y una pilastra coronadas por sendos capiteles. El capitel exterior del lado derecho, presenta el motivo de las águilas erguidas con las garras sobre el collarín y las alas extendidas. En el resto de escultura de la ventana domina la temática de carácter vegetal con hojas y cintas onduladas.

 

En cuanto a la cronología del templo, la suma de indicios documentales reunidos parece confirmar que en el último cuarto del siglo xii se estaba construyendo el templo. Si admitimos las relaciones del portal de Sant Rafael con la escultura de Ripoll y las experiencias rosellonesas, es altamente improbable que el portal y la fábrica fueran realizados antes de 1150. Recordemos que la actividad escultórica de Serrabona y Cuixà empezó en los años 1140, mientras que la difusión de los talleres de Ripoll se constata a partir de las obras de la portada y el claustro de la abadía benedictina, éste último llevado a cabo durante el abadiato de Ramón de Berga (1172-1206). Por todo ello, el 1170 se postula favorablemente como límite inferior o post quem para las obras del templo, si bien las obras pudieron prolongarse hasta los primeros años del siglo xiii. En efecto, desde un punto de vista estilístico las divergencias entre la escultura de los dos portales del templo es indudable, de manera que podemos hablar de dos intervenciones en dos proyectos alejados cronológicamente. Así, mientras el portal de Sant Rafael se ajusta a las características formales del último cuarto del siglo xii, los capiteles del portal occidental presentan un estilo más avanzado, que nos remite a los primeros años de la siguiente centuria.

 

Procedente de la iglesia de Sant Vicenç, el Museu d’Art conserva, en estado fragmentario, dos piezas correspondientes a la tapa y el receptáculo de una lipsanoteca (núm. inv. 66) datada en el siglo xi. Se trata de un recipiente cilíndrico carente de decoración, trabajado al torno.

 

El mismo museo conserva un vaso de vidrio, procedente de esta misma iglesia, que fue utilizado como relicario. Es obra importada de origen islámico, fechada entre los siglos ix y x.

 

 

Texto y fotos: Carles Sánchez Márquez - Planos: Francesc Xavier Llagostera Gelis

 

 

Bibliografía

 

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