Identificador
              19190_04_084n
          Tipo
          
      Formato
              
          Fecha
              Cobertura
              40º 50' 38.76'' , - 1º 53' 11.25''
          Idioma
              
          Autor
          Sin información
              Colaboradores
          Sin información
              Edificio Procedencia (Fuente)
              País
              España
          Edificio (Relación)
              Localidad
              Molina de Aragón
          Municipio
              Molina de Aragón
          Provincia
          Guadalajara
              Comunidad
              Castilla-La Mancha
          País
              España
          Claves
          Descripción
              LA IGLESIA DE SANTA CLARA se erige en lo alto del Señorío,  justo a los pies del comienzo del tramo de murallas  de la fortaleza molinense. Forma parte del convento  de la Clarisas, actuando como iglesia conventual. En la documentación con la que contamos, la iglesia  del convento de Santa Clara aparece como una parroquia  de la Concepción que fue patrocinada por don Pero  Gómez, pariente y mayordomo de doña Blanca, señora de  Molina en el siglo XIII. Doña Blanca fue la quinta señora de  Molina y del valle del Mesa, heredó el señorío en el 1262  por parte de su padre el infante don Alfonso, hijo de  Alfonso IX y hermano de Fernando III El Santo. A su muerte  dejó el señorío a su hermana María, que, al estar casada  con Sancho IV de Castilla, hizo que el territorio de Molina  y su señorío pasaran a ser un titulo más de la corona. Doña Blanca de Molina, que según cuentan los antiguos  cronistas contaba con virtudes como la valentía y la  bondad, levantó iglesias y monasterios por todo el señorío.  Prueba de ello es la iglesia de San Francisco de Molina,  a orillas del Río Gallo, donde mandó que se la enterrara  en su testamento de 1293. Anteriormente había fundado  otra con el nombre de Santa María de los Ángeles. Santa  Clara fue parroquia desde su fundación, contando con  posesiones como el pueblo de Torrecilla y diez beneficios  más. Doña Blanca depositaría en ella una reliquia del hueso  de la espalda de San Marcos, la cual, según el historiador  Sánchez Protocarrero, aunque venerada como del evangelista  sería más bien de Marcos Marcelo Eugenio, arzobispo  toledano; o, en su defecto, la de San Marcos, primo de  Bernabé, que predicó y sufrió martirio en estas tierras. La  parroquia sufrió la dejadez y en el transcurrir de los años  fue pasando a otras feligresías, como la de San Martín, en  1572, y más tarde a la de San Felipe.  Antes de pasar a ser iglesia del convento de las Clarisas,  todos sus ornatos se habían llevado ya a la parroquia  de San Martín, y la iglesia se utilizó como refugio o escuela.  Tres siglos más tarde el obispo seguntino Fray Lorenzo  de Figueroa le concede el edificio a don Juan Ruiz de  Malo, miembro del consejo del Señorío y contador de don  Juan de la Cerda, duque de Medinaceli, que decidió su  adhesión a la nueva fundación del convento de Clarisas.  Las obras comenzaron en abril de 1537 pero las monjas no  llegaron hasta 1589, procedentes del convento conquense  de Huete. Durante la Guerra de la Independencia sirvió  como cuartel de tropas, cuadra y almacén, y en 1837, con  la Desamortización, fue privada de sus rentas.  La iglesia de Santa Clara consta de planta de nave  única con transepto marcado en altura, presbiterio con  tramo recto y ábside en hemiciclo. A los pies de la iglesia,  en un sólo tramo, se dispone el coro que la comunica con  la clausura del convento; por este motivo no sabemos con  certeza si la iglesia sólo tuvo un tramo desde su origen o si  se recortó alguno para levantar el convento. Está edificada  en sillares de arenisca bien labrada, que permite que veamos  diferentes marcas de cantería al exterior; éstas se  extienden por todo el muro sur del edificio, estando las  más visibles en el centro del ábside, en el brazo sur del  transepto, en la portada y en el tramo de los pies, junto a  la ventana. Son marcas complejas que no se repiten en las  iglesias cercanas. Apoyada sobre un basto basamento de sillares que  permite salvar el desnivel de la cuesta en la que se sitúa, se  accede a ella mediante una escalinata de tres tramos de  escalera en degradación hasta llegar a la portada. Ésta se  yergue apoyada en plintos altísimos para salvar la altura de  las escaleras que ascienden a la puerta de entrada. Sobre  ellos se presentan dos columnas pareadas adosadas al muro  que flanquean y que junto con un pequeño tejaroz, compuesto  de canes y metopas, dan forma rectangular a todo  el acceso. El rectángulo que enmarca la portada presenta decoraciones  en todos sus elementos; las columnas pareadas se  anillan dos veces en su parte inferior y media y se rematan  en capiteles de decoración vegetal con collarino, al igual  que la columna más interior del conjunto. Sustentando una  línea de fino bocel del tejaroz se encuentran los canes y  dos pequeños capiteles con volutas, y todo el conjunto  estaría recorrido desde su base por chambrana de puntas  de diamante. Esta misma estructura y decoración se repite  en la ventana que ilumina desde el brazo sur del transepto,  mucho mejor conservada que la anterior, que le serviría de  modelo. En los dos tramos rectos del presbiterio, iluminando  el ábside, encontramos dos de similar estructura  pero que han perdido completamente la decoración de  diamante, aunque conservan la imposta de arranque del  arco de medio punto con bocel al exterior, al igual que las  anteriores.  La estructura de cabecera única, con tramo recto muy  marcado en el presbiterio y hemiciclo final, se compartimenta  al exterior mediante seis haces de tres columnas, la  central más ancha que las adosadas, que recorren todo el  semicírculo. Los haces de columnas se apoyan en altísimos  plintos de basas sencillas y se rematan con capiteles  de decoración vegetal en volutas. Dos de estos haces se  colocan en los codillos de unión entre presbiterio y hemiciclo,  mientras que los tres restantes compartimentan el  espacio semicircular y flanquean una ventana aspillera,  similar a las ya descritas, que ilumina frontalmente la iglesia  desde el Este. Todo el conjunto está cubierto por techumbre a cuatro  aguas en el espacio del crucero, a dos en los espacios  laterales del transepto y a cinco en la parte de la cabecera.  A su vez, es recorrido por un alero que descansa sobre  canecillos de modillones, tan característicos en iglesias  que tenían próximo el destello el Cister, en este caso el  monasterio de Buenafuente del Sistal. El juego de volúmenes y alturas que observamos al  exterior nos habla claramente del espacio que tenemos en  el interior. La cabecera, que se eleva ligeramente sobre las  naves, se divide en dos: el presbiterio, de tramo recto, y el  ábside, en hemiciclo. El primero se cubre con bóveda de  cañón ligeramente apuntada y separado por un arco apuntado  de columnas de diferente grosor, dobladas sobre capiteles  vegetales. El ábside se cubre con bóveda de horno.  Sólo una ventana en derrame, bajo arco de medio punto y  resalte en su moldura, que descansa en columnillas de capiteles  foliáceos, sirve de iluminación oriental al templo.  El paramento del presbiterio está horadado en sus dos  frentes por las dos ventanas ya descritas al exterior y que  en el interior se presentan con factura idéntica a la central.  A su vez, en el muro de poniente, debajo de la ventana,  encontramos un lucillo en arco de medio punto que posiblemente  tuviera función funeraria. Las tres ventanas, los  capiteles del arco de separación entre tramo recto y semicírculo,  junto con el arco triunfal que da paso al transepto,  se unen mediante una fina línea moldurada de imposta que  recorre la cabecera. Da paso al transepto un arco triunfal de arco de medio  punto doblado que descansa sobre dos columnas acodadas  con decoración vegetal, asentadas sobre basas de altos  plintos. El espacio central se cubre con bóveda de crucería  de nervios, sobre ménsulas que asemejan a un modillón.  Sus brazos laterales se cubren con bóvedas de cañón apuntadas  y enmarcadas por arcos doblados, al igual que el  ábside. Todos los arcos del crucero en los que descansan  las bóvedas se decoran en sus capiteles con motivos vegetales  esquemáticos, crochets o volutas, y están recorridos  por la misma línea de imposta moldurada que recorre todo  el templo. Dentro del brazo norte del transepto aparecen horadados  en el muro dos arcos muy diferentes; uno de ellos,  de medio punto y muy alargado, pudo ser el acceso norte,  y se sitúa en el eje mismo del acceso meridional, de ahí la  teoría de que ninguno ha sido reemplazado sino que  ambos estarían descentrados desde el momento de su  construcción. El segundo arco es apuntado y doblado, y se  apoya en columnas de corto fuste y capiteles de cesta con  decoración de bolas; en la actualidad sirve como marco a  una talla de época posterior.  Los pies del templo se utilizan como coro elevado  para las religiosas clarisas que habitan en el monasterio  anejo; en la parte inferior se han abierto puertas para el  acceso de las religiosas, y, en el centro, una labor de rejería  para seguir la misa desde la clausura. Se cubre este espacio  con una sencilla bóveda de crucería. En los años setenta del siglo XX se llevó a cabo la consolidación  de los sillares del interior, que por la humedad  amenazaban la estabilidad de la bóveda central; más tarde  se reconstruyó el tejado y se quitaron las edificaciones anexas,  como la Casa de la Demandera, la sacristía, un espacio  conocido como El corral llamado de don Elías. Capellán  de las clarisas y la escalinata frontal del siglo XVIII. Cronológicamente fechamos la iglesia en el siglo XIII,  cuando fue patrocinada por doña Blanca de Molina; por  este motivo y por su arquitectura la consideraremos muy  cercana ya a las soluciones góticas, aunque guarda en su  planta y su bóvedas los elementos que la retienen en el  románico pleno de zonas como el sur de Francia. La  impronta cisterciense está marcada, sobre todo, por la  ausencia de ornato en todo el edificio. Se conserva, en el brazo sur del crucero, adosada al  muro, una pequeña pila de agua bendita circular formada  por decoración de gajos en su parte inferior y una austera  decoración tallada en el borde de la pila que asemeja a  arcos de medio punto doblados. Se localiza dentro de la  tradición románica.
           
        
    