Identificador
              19061_01_004n
          Tipo
          
      Formato
              
          Fecha
              Cobertura
              41º 16' 2.53'' , - 3º 8' 44.49''
          Idioma
              
          Autor
          Pedro Luis Huerta Huerta,Jaime Nuño González
              Colaboradores
          Sin información
              Edificio Procedencia (Fuente)
              País
              España
          Edificio (Relación)
              Localidad
              Campisábalos
          Municipio
              Campisábalos
          Provincia
          Guadalajara
              Comunidad
              Castilla-La Mancha
          País
              España
          Claves
          Descripción
              SE ENCUENTRA UBICADA EN EL CENTRO del casco urbano,  aislada en medio de una plazoleta. Consta de una  sola nave y un ábside semicircular flanqueado en los  muros del presbiterio por la torre adosada al Sur y la sacristía,  al Norte. El elemento más significativo es la cabecera, elevada  sobre un pequeño zócalo y dividida en tres paños por  medio de dos columnas adosadas rematadas en capiteles  foliáceos sobre los que descansa la cornisa. En cada paño  se abre un ventanal románico, el central en forma de simple  saetera y los laterales más desarrollados. El del Evangelio  fue cegado al abrirse un vano rectangular en época  más moderna, mientras que el del lado de la Epístola ha  conservado su aspecto original. Está formado por una  arquivolta de bocel, otra de media caña cargada de semiesferas  y un guardapolvo de roleos con extrañas hojas que  simulan lises. Las columnillas de dicho ventanal son de  canon corto y se rematan en capiteles de tosca factura, con  dos niveles de hojas, el de la derecha, y con labores de cestería,  el de la izquierda, motivo éste que se repite en algunas  iglesias sorianas del entorno de Caracena y Tiermes. Horizontalmente el perímetro absidal está recorrido  por dos impostas; la inferior, que hace las veces de alféizar  de las ventanas, se decora con cadenetas de ochos y la  superior, como prolongación de los cimacios, con labores  de entrelazo o cestería. Estos motivos aparecen utilizados  en otras iglesias de Guadalajara (Barriopedro, Valdeavellano  y Galve de Sorbe) y son muy recurrentes en el románico  soriano, especialmente en algunos templos de las  comarcas más meridionales, como Carrascosa de Arriba,  Hoz de Arriba, Hoz de Abajo (pila bautismal), las dos iglesias  de Caracena, Tiermes, Miño de San Esteban, Villanue-  va de Gormaz, Rejas de San Esteban, Ligos y Bocigas de  Perales. La cornisa, ornada con roleos vegetales, se apoya  sobre una colección de canecillos de temática dispar. Los  que están colocados en el hemiciclo absidal muestran, de  izquierda a derecha, los siguientes motivos: una hoja con  bola, un personaje portando una especie de garrote, una  liebre o conejo, una roseta cóncava, un hombre con olifante,  un cuadrúpedo, una cabeza zoomorfa devorando una  presa que aprisiona entre sus fauces, otro cuadrúpedo, una  hoja, una mujer sedente y tres motivos vegetales. Al parecer,  varios de estos canecillos componen dos escenas cinegéticas,  de modo similar a como se hizo en el alero absidal  de San Pedro de Caracena (Soria). El personaje que porta  el garrote parece dispuesto a asestar un golpe al animal  contiguo, una especie de liebre agazapada. La otra escena  la componen el aldeano o pastor que toca el cuerno de caza  y los dos cuadrúpedos posiblemente perros que acosan a  una alimaña o lobo que devora a una oveja. Escenas de este  tipo las vemos, además de en Caracena, en la portada soriana  de Alpanseque, en el pórtico de Tiermes y en un relieve  de la torre de Santa María del Rey en Atienza. Desde el  punto de vista estilístico las conexiones con el círculo de  Caracena-Tiermes son evidentes, con lo que no descartamos  una presencia de los mismos artífices. Los canecillos del tramo presbiterial apenas se conservan.  Los del lado meridional probablemente fueron  destruidos por la construcción de la torre mientras que en  el lado norte sólo se salvaron tres soportando una cornisa  decorada con puntas de diamante: uno vegetal, otro decorado  con una cabeza antropomorfa de rasgos negroides y  el otro con un personaje estirando las comisuras de los  labios con los dedos de ambas manos. La semántica de  éstos dos últimos parece ser de signo totalmente negativo.  Los personajes de rasgos negroides (pelo ensortijado y  labios abultados) remiten normalmente a figuraciones del  diablo, tal como podemos ver en otros casos del románico  español, particularmente en una ménsula de Moarves de  Ojeda, Palencia, (una cabeza de rasgos similares se puede  ver en la portada de Beleña de Sorbe). Por su parte, las  figuras que hacen el gesto de rasgarse las comisuras han  sido puestas en relación con la representación del blasfemo  y del embustero, tal como puede verse en canecillos de  Pelayos del Arroyo (Segovia), Fuentidueña (Segovia) y  Santa María de Uncastillo (Zaragoza), por citar algunos  ejemplos. La nave románica de la iglesia sufrió varias reformas  que alteraron considerablemente su aspecto primitivo. Los  muros son de sillarejo, en origen enfoscado, salvo las  esquinas del lado oriental que se hicieron con sillares  rematados por un grueso bocel y cenefas de puntas de  clavo. Todavía es visible esta decoración en el esquinal  sureste, aunque casi oculto por el muro de la torre, y en  una hornacina moderna de la sacristía que aprovechó parte  del esquinal noreste. Piezas con idéntica decoración se  reutilizaron también en el interior de la torre. En los lados norte y de poniente es donde mejor se  perciben las reformas de la nave. En el muro septentrional  son muchas las piezas reutilizadas de labra románica, algunas  decoradas con molduras de bocel, tal vez aprovechadas  de las partes derrumbadas. En la parte superior, por  encima de las aspilleras originales, pero a un nivel inferior  al de la actual cornisa, se conservan algunos canecillos  picados que marcaban la primitiva altura del muro, que  debió de ser recrecido en época posterior. En el lado occidental,  un arco cegado evidencia una reforma mucho más  moderna y las rozaduras en el muro contiguo de la capilla  de San Galindo delatan la existencia de un espacio cubierto  hoy desaparecido. Todo hace pensar que el edificio fue  objeto de una importante renovación en época posmedieval,  seguramente en el siglo XVII. Sabemos que en 1638 el  párroco de Campisábalos, Juan Montoro, se lamentaba del  derrumbe sufrido por la nave de la iglesia en mayo de ese  mismo año. Según su testimonio se había venido abajo la  mitad del templo, afectando especialmente a la zona de los  pies (de la tribuna o coro). Posiblemente se vieran más  perjudicados los muros norte y oeste ya que el lado sur  estaba protegido por la aneja capilla de San Galindo. Lo  cierto es que en la reconstrucción de la nave se recreció la  cubierta y se reutilizaron piezas románicas de la construcción  original. Menos desperfectos parece que tuvo el lado meridional,  donde se encuentra la portada principal protegida por  un pórtico de cinco columnas en el que se reaprovecharon  otros tantos capiteles románicos. Éstos presentan una factura  muy simple con hojas planas acabadas a veces en  pequeñas volutas. Seguramente formaron parte de un portal  románico junto con otros capiteles descontextualizados  que se guardan en el interior. La portada propiamente dicha destaca sobre un cuerpo  saliente de sillería delimitado por dos esbeltas columnillas  rematadas en capiteles vegetales que sujetan, junto con  seis canecillos lisos, la cornisa del primitivo tejaroz. El abocinamiento  lo forman cinco arquivoltas de medio punto  que apoyan sobre columnillas coronadas por capiteles  vegetales de finas hojas (muy estereotipadas y geometrizadas),  salvo la interior que carga en las jambas del vano de  ingreso. Esta última presenta un perfil lobulado, con una  sucesión de arquillos que incorporan en las albanegas unos  florones inscritos en círculos. Las siguientes arquivoltas se  decoran con un baquetón con decoración en zig-zag, un  bocel entre medias cañas y dientes de sierra, ovas anudadas  bajo las que asoma un grueso bocel y tallos ondulantes con  zarcillos. Sobre la clave de la arquivolta exterior se colocó  una pieza rectangular que alberga un crismón de ocho  radios incisos con restos de policromía rojiza. La colocación  de las letras Alfa y Omega colgando de los brazos  horizontales, en vez de en los inclinados parece evidenciar  una influencia aragonesa, en concreto de los modelos surgidos  a partir del crismón de la catedral de Jaca. Este tipo de portada se repitió también en la capilla de  San Galindo y en Villacadima. El esquema lobulado de la  primera arquivolta con decoración floral en la rosca lo  vemos también en algunos templos segovianos como Castroserna  de Arriba, Turrubuelo, El Olmo, Sotillo y Duratón.  Aunque se ha tratado de asignar una influencia musulmana  a tal modalidad de arco, parece que estuvo muy  extendido por todo el románico peninsular. A la derecha de la portada, por debajo de la techumbre  lígnea, todavía se aprecian los restos de tres canecillos  románicos que marcaban la altura de la primitiva cubierta,  algo parecido a lo ya descrito en el lado septentrional. En el mismo pórtico se exhiben actualmente cinco  estelas funerarias medievales (siglo XIII) que hasta hace  unos años estuvieron empotradas en el pretil sobre el que  apoyan las columnas.  En el interior, la cabecera se abre a la nave a través de  un arco triunfal de medio punto que descansa sobre pilastras  cuyas aristas se suavizan con boceles. Las habituales bóvedas  de horno y de cañón cubren el hemiciclo y el presbiterio  respectivamente. La decoración se limita exclusivamente  a dos impostas que recorren el perímetro interior; una con  pequeña nacela marcando el arranque de la bóveda y otra de  hexapétalas a la altura del alféizar de las ventanas. A ambos lados del presbiterio se abren sendos arquillos  de medio punto que dan paso a la sacristía del siglo  XVII, ubicada al Norte, y a la torre, erigida en el costado  meridional. Esta última ofrece cierta complejidad, pues si  a primera vista parece un añadido posmedieval, sobre todo  si la contemplamos desde el exterior, al penetrar en su  interior observamos detalles que remiten a una cronología  plenamente medieval, como la bóveda que da paso a la  escalera de caracol, los sillares con marcas de cantero y  una pequeña estancia con dos hornacinas o arquillos ciegos  cuya función se desconoce. Es desconcertante el  aspecto macizo de esta torre, con una potencia de muros  que en algunos puntos alcanza más de dos metros de grosor,  lo que nos hace pensar en un hipotético uso defensivo  en sus orígenes. El interior de la nave revela, como hemos visto al describir  el exterior, una reforma posmedieval que afectó  sobre todo a su cubrición. En el muro de la cabecera, sobre  el arco triunfal, se aprecian rozas de una cubierta abovedada  que precedió a la actual de madera. Probablemente se  trataba de una bóveda de ladrillo y yeserías de época  barroca. Conviene destacar por último la ubicación de dos altares  en forma de hornacinas barrocas colocados a ambos  lados del arco triunfal. Aunque no discutimos su cronología  en cierto modo moderna, sí llama la atención el paralelismo  que podemos establecer con algunos templos sorianos  donde ese mismo espacio, más ancho de lo habitual, se  aprovechó para colocar altares románicos, como ocurrió en  San Juan de Duero, Fuentelfresno y San Marcos de Ólvega,  por citar algunos ejemplos, una solución que no parece descabellada  para la iglesia de San Bartolomé.
           
        
    